Serie "Cuerpo, Alma y Ruaj" Serie Cuerpo, Alma y Ruaj | Page 26
2) ¿Cómo se vuelve carne el hombre?
El hombre no se vuelve carnal aprendiendo a ser malo
con una práctica progresiva del pecado, ni abandonán-
dose a actos licenciosos, ávido de seguir el deseo de su
cuerpo y de su mente hasta que finalmente todo él es
vencido y controlado por las malas pasiones de su cuer-
po. El Adón Yahshua afirmó con énfasis que UNA PER-
SONA ES CARNAL EN CUANTO NACE. Esto no es deter-
minado ni por su conducta ni por su carácter. Hay una
cosa que es decisiva en este punto: ¿de quién nació?
Todo hombre de este mundo ha sido engendrado de
padres humanos y por consiguiente Elohim considera
que son de la carne. Según la palabra de Yahweh, un
hombre es carne porque nace de sangre, de la voluntad
de la carne y de la voluntad del hombre (Yahanan/Juan
1:13) y no por la forma en que viva él o sus padres.
3) ¿Cuál es la naturaleza de la carne?
No existe ninguna excepción ni distinción. Ni la educa-
ción, ni las mejoras, ni la cultura, ni la moralidad o la
religión pueden hacer que el hom bre deje de ser car-
nal. Ninguna acción o poder humano puede modificar
este hecho. Si no es regenerado de la carne permane-
cerá como carne. Ningún sistema humano puede hacer
que deje de ser lo que era al nacer. La carnalidad de
un hombre no va determinada por él mismo sino por su
nacimiento. Si nace de carne, todos los planes para su
transformación serán infructuosos. No importa cómo
cambie externamente; sea a través de un cambio diario
o de cambios bruscos, el hombre sigue siendo carne tan
firmemente como siempre.
El creyente carnal
El Adón Yahshua ha afirmado que cualquier persona no
regenerada que sólo haya nacido una vez (es decir, na-
cida sólo de hombre) es carne y por consiguiente vive
en el mundo de la carne. Cuando no éramos todavía re-
generados vivíamos "en las pasiones de nuestra carne,
siguiendo los deseos del cuerpo y de la mente, y éra-
mos por naturaleza hijos de la ira, como el resto de la
humanidad", porque "los hijos de la carne no son los
que son hijos de Elohim" (Efesiyim 2:3; Romaniyim
9:8). Un hombre cuya alma puede ceder a las pasiones
del cuerpo y cometer muchos pecados indescriptibles
puede estar tan muerto para Elohim ("estaban muertos
en sus delitos y pecados" Efesiyim 2:1; "ustedes estaban
muertos en los delitos y en la incircuncisión de su car-
ne", Qolasiyim/Colosenses 2:13) que puede no tener
conciencia de su pecaminosidad. Al contrario, puede
incluso estar orgulloso, considerándose mejor que los
demás. Hablando francamente, "mientras vivíamos en
la carne, nuestras pasiones pecaminosas, despertadas
por la ley, trabajaban en nuestros miembros para lle-
var fruto para muerte" por la simple razón de que éra-
mos "carnales, atados al pecado". Por eso con nuestra
carne "servíamos a la ley del pecado" (Romaniyim
7:5,14,25).
Aunque la carne es en extremo fuerte pecando y si-
guiendo el deseo egoísta, es extremadamente débil
respecto a la voluntad de Elohim. El hombre no regene-
rado es incapaz de cumplir la voluntad de Elohim, sien-
do "debilitado por la carne". Y la carne es "hostil a
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Elohim; no se somete a la ley de Elohim, de veras que
no puede" (Romaniyim 8:3, 7).
Sin embargo, esto no quiere decir que la carne sea aje-
na por completo a las cosas de Elohim. En ocasiones los
carnales hacen todo el esfuerzo posible para observar
la ley. Además, las Escrituras nunca hablan de los car-
nales como sinónimos de infractores de la ley, de don-
de se deduce claramente que HAY CARNALES CREYEN-
TES. Simplemente determina que "por las obras de la
ley ninguna carne será justificada" (GalutYah/Gálatas
2:16). Por supuesto que para los carnales el no obser-
var la ley no es nada insólito. Simplemente prueba que
son de la carne. Pero ahora que Elohim ha decretado
que el hombre no será justificado por las obras de la
ley sino por la fe en Yahshua (Romaniyim 3:28), los que
intentan seguir la ley para su justificación (declararse
justos por sus obras) sólo revelan su desobediencia a
Elohim, procurando establecer su propia justicia en lu-
gar de la justicia de Elohim (Romaniyim 10:3). Y esto
revela que pertenecen a la carne. Para resumir, "los
que están en la carne no pueden agradar a Elohim"
(Romaniyim 8:8), y este "no pueden" sella el destino de
los carnales.
Elohim considera a la carne totalmente corrompida.
Está tan estrechamente ligada con las pasiones que las
Escrituras frecuentemente se refieren a "las pasiones
de la carne". Aunque su poder es grande, aun así
Elohim no puede transformar la naturaleza de la carne
en algo que le agrade. Elohim mismo afirma: "Mi ruaj
no luchará en el hombre para siempre, porque es car-
ne" (Bereshit/Génesis 6:3). LA CORRUPCIÓN DE LA
CARNE ES TAL QUE INCLUSO EL RUAJ HAKODESH DE
ELOHIM NO PUEDE CONSEGUIR QUE DEJE DE SER CAR-
NAL, POR ESO NO PUEDE "CONTENDER" MUCHO TIEMPO
CON ELLA. Desgraciadamente, el hombre no comprende
la Palabra de Elohim y por eso trata continuamente de
mejorar y reformar su carne. Sin embargo, la Palabra
de Elohim permanece para siempre. A causa de la tre-
menda corrupción de la carne, Elohim advierte a sus
santos que odien "incluso el vestido manchado con la
carne" (Yahudah/Judas 23).
Como Shaúl, todos los creyentes podemos ser llenos
con el Ruaj haKodesh en el momento de creer y en el
bautismo (ver MaAseh Shlichim/Hechos 9:17-18). Por
desgracia, la realidad que vemos es que muchos aún
están controlados por la carne como si no hubieran
muerto y resucitado. Éstos no han creído de verdad en
el hecho consumado de la muerte y la resurrección de
Mashiaj por ellos (o no les ha sido explicado correcta-
mente y no lo han comprendido), o no han obrado sin-
ceramente según el llamamiento del Ruaj haKodesh a
seguir el principio de la muerte y la resurrección.
Según la obra consumada de Mashiaj ya han muerto y
han sido resucitados, y según su responsabilidad como
creyentes deberían morir al yo y vivir para Elohim, pero
en la práctica no lo hacen. Estos creyentes pueden ser
considerados anormales. Sin embargo, no debemos
pensar que esta anormalidad es exclusiva de nuestro
tiempo. Hace muchísimo tiempo el apóstol Shaúl se
había encontrado con una situación semejante entre
creyentes. Los creyentes de Corinto eran un ejemplo.
Veamos lo que les dijo: