SBS 2018 Subsidio Semana Buen Samaritano 2018 | Page 8
Por el contrario, lo que lamentablemente sucede a menudo es que se escuchan
las voces del reproche y las que invitan a callar y a sufrir. Son voces destempladas,
con frecuencia determinadas por una fobia hacia los pobres, a los que se les
considera no solo como personas indigentes, sino también como gente portadora
de inseguridad, de inestabilidad, de desorden para las rutinas cotidianas y,por lo
tanto, merecedores de rechazo y apartamiento. Se tiende a crear distancia entre
los otros y uno mismo, sin darse cuenta de que así nos distanciamos del Señor
Jesús, quien no solo no los rechaza sino que los llama a sí y los consuela. En este
caso, qué apropiadas se nos muestran las palabras del profeta sobre el estilo de
vida del creyente: «Soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar
a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar
a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo» (Is 58,6-7). Este modo de obrar
permite que el pecado sea perdonado (cf. 1P 4,8), que la justicia recorra su camino
y que, cuando seamos nosotros los que gritemos al Señor, entonces él nos
responderá y dirá: ¡Aquí estoy! (cf. Is 58, 9).
6. Los pobres son los primeros capacitados para reconocer la presencia de Dios y
dar testimonio de su proximidad en sus vidas. Dios permanece fiel a su promesa,
e incluso en la oscuridad de la noche no deja que falte el calor de su amor y de su
consolación. Sin embargo, para superar la opresiva condición de pobreza es
necesario que ellos perciban la presencia de los hermanos y hermanas que se
preocupan por ellos y que, abriendo la puerta de su corazón y de su vida, los
hacen sentir familiares y amigos. Solo de esta manera podremos «reconocer la
fuerza salvífica de sus vidas» y «ponerlos en el centro del camino de la Iglesia»
(Exhort. apost. Evangelii gaudium, 198).
En esta Jornada Mundial estamos invitados a concretar las palabras del salmo:
«Los pobres comerán hasta saciarse» (Sal 22,27). Sabemos que tenía lugar el
banquete en el templo de Jerusalén después del rito del sacrificio. Esta ha sido una
experiencia que ha enriquecido en muchas Diócesis la celebración de la primera
Jornada Mundial de los Pobres del año pasado. Muchos encontraron el calor de
una casa, la alegría de una comida festiva y la solidaridad de cuantos quisieron
compartir la mesa de manera sencilla y fraterna. Quisiera que también este año, y
en el futuro, esta Jornada se celebrara bajo el signo de la alegría de redescubrir el
valor de estar juntos. Orar juntos en comunidad y compartir la comida en el
domingo. Una experiencia que nos devuelve a la primera comunidad cristiana, que
el evangelista Lucas describe en toda su originalidad y sencillez: «Perseveraban en
la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las
oraciones. [....] Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían
posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno»
(Hch 2,42.44-45).
7. Son innumerables las iniciativas que diariamente emprende la comunidad
cristiana como signo de cercanía y de alivio a tantas formas de pobreza que están
ante nuestros ojos. A menudo, la colaboración con otras iniciativas, que no están
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