SBS 2018 Subsidio Semana Buen Samaritano 2018 | Page 6
2. El salmo describe con tres verbos la actitud del pobre y su relación con Dios.
Ante todo, “gritar”. La condición de pobreza no se agota en una palabra, sino que
se transforma en un grito que atraviesa los cielos y llega hasta Dios. ¿Qué expresa
el grito del pobre si no es su sufrimiento y soledad, su desilusión y esperanza?
Podemos preguntarnos: ¿Cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de
Dios, no consigue llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles?
En una Jornada como esta, estamos llamados a hacer un serio examen de
conciencia para darnos cuenta de si realmente hemos sido capaces de escuchar a
los pobres.
Lo que necesitamos es el silencio de la escucha para poder reconocer su voz. Si
somos nosotros los que hablamos mucho, no lograremos escucharlos. A menudo
me temo que tantas iniciativas, aun siendo meritorias y necesarias, están dirigidas
más a complacernos a nosotros mismos que a acoger el clamor del pobre. En tal
caso, cuando los pobres hacen sentir su voz, la reacción no es coherente, no es
capaz de sintonizar con su condición. Estamos tan atrapados por una cultura que
obliga a mirarse al espejo y a preocuparse excesivamente de sí mismo, que
pensamos que basta con un gesto de altruismo para quedarnos satisfechos, sin
tener que comprometernos directamente.
3. El segundo verbo es “responder”. El salmista dice que el Señor, no solo escucha
el grito del pobre, sino que le responde. Su respuesta, como se muestra en toda la
historia de la salvación, es una participación llena de amor en la condición del
pobre. Así ocurrió cuando Abrahán manifestó a Dios su deseo de tener una
descendencia, a pesar de que él y su mujer Sara, ya ancianos, no tenían hijos
(cf. Gn 15,1-6). También sucedió cuando Moisés, a través del fuego de una zarza
que ardía sin consumirse, recibió la revelación del nombre divino y la misión de
hacer salir al pueblo de Egipto (cf. Ex 3,1-15). Y esta respuesta se confirmó a lo
largo de todo el camino del pueblo por el desierto, cuando sentía el mordisco del
hambre y de la sed (cf. Ex 16,1-16; 17,1-7), y cuando caían en la peor miseria, es
decir, la infidelidad a la alianza y la idolatría (cf. Ex 32,1-14).
La respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar
las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a reempren-
der la vida con dignidad. La respuesta de Dios es también una invitación a que
todo el que cree en él obre de la misma manera, dentro de los límites humanos.
La Jornada Mundial de los Pobres pretende ser una pequeña respuesta que la
Iglesia entera, extendida por el mundo, dirige a los pobres de todo tipo y de
cualquier lugar para que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío.
Probablemente es como una gota de agua en el desierto de la pobreza; y sin
embargo puede ser un signo de cercanía para cuantos pasan necesidad, para que
sientan la presencia activa de un hermano o una hermana. Lo que no necesitan los
pobres es un acto de delegación, sino el compromiso personal de aquellos que
escuchan su clamor. La solicitud de los creyentes no puede limitarse a una forma
de asistencia —que es necesaria y providencial en un primer momento—, sino que
6