SBS 2018 Subsidio Semana Buen Samaritano 2018 | Page 16
Y este misterio, tan esencial para la convivencia humana, vuelve a convertirse en
tema capital en las tradiciones de José. A veces concebimos a José como un ser
angelical, víctima de la envidia de sus hermanos. Sin embargo, no es exacto. Lo
primero que el texto bíblico dice de él es que, cuando tenía diecisiete años, “un día
trajo a su padre malos informes acerca de sus hermanos” (Gén 37,2). Es acusetas
y soplón.
Él es el “delatador” de sus hermanos que hace surgir las divisiones en la familia.
Por otra parte, antes de ser víctima de sus hermanos, José fue víctima de su padre.
Jacob sentía predilección por él porque le había nacido en su vejez; y, como detalle
concreto de predilección, el autor dice que Jacob le regaló “una túnica con mangas”.
Esta predilección, que nos recuerda la de Dios hacia Abel, provocará también el
malestar de los hermanos, que “le cogieron rencor y le negaban el saludo”,
tratándolo con dureza (Gén 37,4).
La tensión crece con los sueños de José, en los que no siente reparo de conside-
rarse superior a su padre, su madre y sus hermanos. Poco después, estalla el
conflicto. Los hermanos lo venden como esclavo. Toda la historia, llena de
peripecias entretenidas, termina sin embargo con el perdón. Igual que Esaú olvidó
la injusticia cometida por Jacob, José olvida y perdona. Más aún, sabe ver en todo
lo ocurrido un plan misterioso de Dios para sacar bienes mayores.
En este contexto familiar debemos recordar también lo ocurrido entre Abrahán y
su sobrino, Lot. Los conflictos no se dan entre ellos, sino entre sus pastores. Pero
cabe el peligro de que estas disputas terminen afectando a las relaciones entre
ambos. Abrahán prefiere salvar la fraternidad a cualquier ventaja económica, e
invita a Lot a elegir la región que prefiera. “No haya disputas entre nosotros dos ni
entre nuestros pastores, pues somos hermanos. Tienes delante todo el país,
sepárate de mí; si vas a la izquierda, yo iré a la derecha; si vas a la derecha, yo iré
a la izquierda” (Gén 13,8-9). No se trata de una separación motivada por el sentido
práctico, que lleva al olvido del otro. Más tarde, cuando Lot se ve en dificultad,
Abrahán acude a liberarlo (Gén 14); posteriormente, intercede por él y lo salva de
la destrucción de Sodoma (19,29).
Pero a los autores del Génesis no les interesa sólo salvar las relaciones familiares.
Han partido de una humanidad que procede de un tronco común y en donde todos
son hijos de Dios. Por eso, conceden también gran atención a las relaciones entre
los pueblos.
De hecho, las tradiciones sobre Abrahán y Lot no se refieren sólo a los sentimien-
tos vigentes entre dos individuos, sino que pretenden ser modelo de las relaciones
entre los pueblos descendientes de ellos. Porque Lot es el padre de amonitas y
moabitas, vecinos de Israel.Como pueblos vecinos, cabe el peligro de que se
enfrenten en continuas disputas territoriales. El Génesis inculca a los israelitas el
ejemplo de Abrahán como modelo de comportamiento.Algo parecido podemos
decir de las tradiciones sobre Jacob y Labán, que equivalen a las posteriores entre
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