SBS 2018 Subsidio Semana Buen Samaritano 2018 | Page 14

Es frecuente ver aquí un nuevo pecado de orgullo, no ya de la primera pareja, que pretende “ser como dioses”, sino de toda la humanidad, que intenta escalar el cielo. Sin duda, hay un matiz de orgullo en las palabras de la humanidad, pero no parece tan marcado como a veces se dice. Lo que más llama la atención son las palabras de Dios, que ve amenazada su soberanía y decide confundir las lenguas para que tengan que dispersarse. Con esto, el primer y único proyecto solidario de la humanidad se ve abocado al fracaso. Como he indicado anteriormente, estos relatos no debemos interpretar­los como hechos históricos, pero plantean una interesante visión del fenómeno de la in-solidaridad. Ante todo, la solidaridad se ha visto rota a tres niveles distin­tos: matri­monial, fraternal y universal. Y cada una de esas rupturas significa también una ruptura con Dios. La solidaridad aparece como un sueño irrealizable. Pero, lo que es más grave todavía, en los tres casos, Dios aparece como responsable parcial o absoluto de esta ruptura. Con ello, los autores bíblicos nos están demostrando que son más profundos en sus reflexiones que nosotros. Nosotros tendemos a ver el fenómeno de la insolidaridad como un simple resultado de causas sociales, políticas y económicas, basadas a lo sumo en un egoísmo manifiesto a nivel personal, nacional o internacional. La Biblia desmonta en parte esta interpretación al presentar el hecho de la insolidaridad desde un punto de vista teológico, como un fenómeno inexplicable y miste­rio­so, en el que también Dios es responsable. Lo anterior deja una sensación de malestar y rebeldía. La humanidad parece hundida en un pozo sin fondo, y sin esperanzas de salir de él. Curiosamente, el libro del Génesis, que ha comenzado con esta visión tan pesimista, después de destrozar todas las utopías, se va a convertir en una gran exhortación a la solidaridad, a la convivencia, a sentirse hermanos a nivel familiar e interna­cional. La reconquista de la solidaridad Los protagonistas de esta reconquista de la fraternidad serán los patriarcas; hombres que las tradiciones bíblicas presentan con todo realismo, envueltos en debilidades, pero capaces también de las mayores proezas espirituales. Abrahán, Jacob y Esaú, José, nos enseñan en las circunstancias más distintas como recomponer ese mundo que se había derrumbado. La primera solidaridad rota era la que debía sentir el hombre con el proyecto de Dios. Ahora surge un nuevo proyecto, distinto, de salvación. Y el hombre, Abrahán, está dispuesto a colaborar. La orden inicial, “sal de tu tierra y de tu casa paterna hacia la tierra que yo te mostraré”, es dura y exigente (Gén 12,1). Mucho más que no comer del árbol que está en el centro del jardín. Hay que romper con el mundo en que uno ha crecido, de afectos, tradiciones, historia. Hay que abandonar un paisaje conocido para lanzarse a la aventura y recorrer un país nuevo, en el que siempre se sentirá peregrino. Pero Abrahán, a diferencia de 14