SBS 2018 Subsidio Semana Buen Samaritano 2018 | Page 13
exclamado en el momento de su creación (Gn 2,23). Ahora la ve como algo distinto
de él, que Dios ha puesto en su camino para desgracia suya. Como quien dice: “la
que me diste como compañera, es la culpable de que yo comiera” (Gén 3,12).
Adán, buscando una excusa, deja de identificarse con su mujer y establece un
abismo entre ambos.
El que estos relatos no reflejen la realidad histórica, es decir, que no están
contando un pleito entre una pareja y un juicio de Dios como juez, no significa que
carezcan de profundo valor. Igual que los mitos griegos, expresan en lenguaje
poético los más profundos problemas de la vida humana. Los autores bíblicos
intentan decirnos que, cuando comienza la experiencia histórica de la humanidad,
cuando se sale del paraíso, la humanidad está ya dividida. Este es el primer
pecado “original”: ruptura con Dios, ruptura entre los seres humanos y ruptura con
la creación.
Después de la unión del hombre y la mujer en el matrimonio, la segunda experien-
cia fundamental de unión es la que debe existir entre hermanos. Y también ésta se
rompe desde el comienzo con el asesinato de Caín (segundo pecado original:
ruptura entre hermanos). El autor lo cuenta de forma tan escueta que resulta
desconcertante y misteriosa. Entre Caín y Abel no han mediado discusiones ni
disputas.
Leyendo el texto bíblico, sólo podríamos decir que el único responsable es Dios,
más inclinado hacia Abel y su ofrenda que hacia Caín y la suya. Con esto, el autor
nos deja con un interrogante sin respuesta. ¿Por qué mata un hombre a su
hermano? ¿Cómo es posible que se rompa una unión tan sagrada sin motivos
aparentes? El autor ha tenido la profunda sabiduría de no querer buscar
explicaciones, porque no las hay. En definitiva, nos encontramos ante un misterio.
Pero la respuesta de Caín a Dios después del crimen vuelve sobre un tema ya
conocido.
Cuando Dios le pregunta dónde está Abel, tu hermano, Caín responde con una
indiferencia y desfachatez: “No sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?”
(Gn 4,9). Si la base de la solidaridad, de la fraternidad, consiste en sentirse
íntimamente unidos, como carne y sangre, el principio de la insolidaridad radica en
sentirse distintos, individuos al margen de los otros, cada cual con su propia
historia y destino, marcando límites y estableciendo barreras.
Prescindiendo de otros detalles, pasamos al conocido relato de la Torre de Babel
(Gén 11,1-9). Después del diluvio, la humanidad se recupera, aumenta, y se
muestra unida. El autor lo expresa haciendo referencia a que todos hablaban la
misma lengua con las mismas palabras. Y surge un proyecto común, en el que
todos se muestran solidarios: “Vamos a construir una ciudad y una torre que
alcance al cielo, para hacernos famosos y para no dispersarnos por la superficie de
la tierra”.
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