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1. El Génesis Quizá sea este libro el más rico de la Biblia a propósito del tema que nos interesa. En él se expone la base inicial de la solidaridad, las cuatro rupturas posteriores, y el esfuerzo por recomponer esa fraternidad perdida. La solidaridad inicial y las cuatro rupturas posteriores El primer capítulo del libro del Génesis pone ya la base de la solidaridad, que se encuentra en la creación. Precisamente una de las mayores manifestaciones de la insolidaridad, es la que se da a nivel del mismo género humano entre sus dos elementos componentes, el hombre y la mujer. Es igual que hablemos de feminismo o de machismo. En cualquier caso, los términos reflejan una tensión, que ha provocado y sigue provocando grandes injusticias, y que en muchos casos ha intentado fundamentarse con ideas filosóficas y teológicas. El primer capítulo del Génesis nos dice que esto no pertenece al plan originario de Dios. Cuando se habla de la creación de la primera pareja humana, la mayoría de la gente sólo recuerda el relato de la formación de Adán a partir del barro y de Eva a partir de la costilla de Adán (Gén 2,7-25). Pero el capítulo primero enfoca las cosas de manera distinta. Al llegar al sexto día de la creación, después de haber realizado todas sus obras en el cielo, en el mar y sobre la faz de la tierra, Dios decide: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza; que dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles. Y creó Dios al ser humano a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gén 1,26-27). En cualquier forma que se interprete la imagen y semejanza de Dios -tema muy discutido- lo importante es que, para el autor de este capítulo, la imagen y semejanza de Dios, el reflejo de su gloria, la misión de dominar el mundo, es algo que no corresponde sólo al varón, sino al varón y a la mujer de forma indisoluble. La Biblia, tan acusada de antifeminismo, se abre con la afirmación más tajante de la igualdad de los dos sexos. Y así pone el fundamento para aclarar todos los otros problemas de insolidaridad que iremos encontrando a lo largo de la historia. Esa solidaridad no sólo existe entre el hombre y la mujer, sino entre ambos y Dios, continuando su obra creadora y participando en su mismo proyecto histórico. Sin embargo, esta solidaridad inicial se rompe de inmediato según el mismo relato bíblico. Casi siempre nos fijamos en la ruptura con Dios por la desobediencia. Pero es igual de clara y trágica la ruptura que se produce entre Adán y Eva. En el capítulo tercero, después del pecado original, Dios interroga a los culpables. Comienza por Adán, y éste se excusa cargando la responsabili­dad sobre Eva y sobre el mismo Dios: “La mujer que me diste por compañera me alargó el fruto y comí” (Gén 3,12). Eva ya no es para Adán “hueso de mis huesos y carne de mi carne”, como había 12