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SAYARI Año I Ed. 01 Junio 2017 EL CARACTÉR CÓSMICO Italo Orihuela Siempre escuchamos en nuestras relaciones interpersonales, que alguien tiene un buen o lindo carácter, y en otros casos que la persona es totalmente negativa, maliciosa, o difícil, porque tiene un perverso o deplorable carácter. Cabe la pregunta entonces: ¿Qué es el carácter? ¿Cómo entender el significado de carácter en estos tiempos de indiferencia? Sabemos, que son las cualidades, las características, aquello que lo define a una persona. Es en buen romance lo que es una persona en el sentido de su ser, es decir aquello que lo hace único en el mundo. Si existen por ahora siete mil millones de personas en el mundo, entonces tenemos siete mil millones de personas con carácter propio, único, personal. Desde tiempos inmemoriales se intentó descubrir el comportamiento, los actos, las decisiones que tomaban las personas, por su forma de ser, o por el carácter que los definía. Hasta ahora no existe un acuerdo de científicos e intelectuales que puedan responder a ese carácter de las personas, porque lo adquirieron o se considera como una casualidad su bondad o maldad al momento de elegir su camino existencial. Las ciencias de alguna forma encuadran el estudio de las organizaciones pero también de los individuos a través de los tiempos y su relación con el mundo, entendido este como esa relación con su interior y su exterior o entorno. En esa línea de estudio, por ejemplo, es un misterio la cosmovisión del “hombre de Nazca”, no se sabe a ciencia cierta el sentido de los diseños de las famosas líneas de Nazca. Existen varias teorías al respecto; lo real y objetivo es que nuestros antepasados tenían una visión de la vida y su entorno, en su relación del hombre y el universo. Para ellos la consecuencia de las personas se desprendía de su “carácter cósmico”. Cada segundo, minuto, hora, día, año, centuria, tenían que ver con la fuerza de los astros. La fuerza y energía de los mismos tenía que ver con la persona desde el momento de su fecundación y de su nacimiento, los dos momentos supremos de nuestra existencia; los dos instantes más trascendentales de una persona para luego existir. Si hay algo que se aprecia de nuestros Incas es su pragmatismo acendrado por entender y aplicar las cosas. Nuestro Incas adoraban al Sol no por simple hecho de idolatrar algo o alguien, lo hacían porque sabían perfectamente que el Sol era fuente de vida, de aquello dependía absolutamente todo; sabiduría que los llevaría a conocer y dominar las ciencias actuales sin los instrumentos que nos facilitan ahora esos conocimientos. Volver al pasado es entender el futuro, y aceptar la realidad de los acontecimientos como expresiones de los hombres que no hacen más que cumplir con su destino con la fuerza y energía de todo el universo. Cierto, no todo podía ser consecuencia de la alineación de los astros o que el universo en determinado momento confluía para que una persona tenga un destino de grandeza y de gloria, tenía que existir el añadido de la sabiduría de los cambios de carácter del tiempo, situación que la conocían perfectamente nuestros Incas, sabios que habitaron la tierra en épocas en que las civilizaciones se movían entre el salvajismo y la incertidumbre. 18