SANGRE DE CAMPEÓN Sangre de campeón | Page 9

nosotros mismos. Tuve miedo de que mis palabras se convirtieran en profecía. Quise corregir diciendo: “es una broma”, pero Lobelo se reía a carcajadas y no me atreví a rectificar. -¿Por qué no te escapas un rato? –sugirió -, nadie se va a dar cuenta. -Mejor, déjame pedir permiso. -Como quieras -bajó la voz y me insultó -: mariquita. Fingí no escuchar. Llegué con mi mamá y le pregunté: -¿Me dejas salir? Sólo unos minutos. Por favor. -No -contestó. -¡Es injusto! –reclamé -. He avanzado mucho pintando la casa, ¿por qué no castigas a Riky? ¡Miralo! Está todo el día jugando con su vecino y provoca un desastre, mamá, date cuenta. Toma mis coches y los deja por todos lados. Además se finge enfermo. Desde hace varios meses dice que le duele el cuerpo, sólo para que lo consientas ¡y tú caes en la trampa! -A Riky le sube la temperatura; nadie sabe por qué –respondió -. No lo consiento. Sólo lo cuido. Por otro lado, ya prometió que va a guardar las cosas cuando termine de jugar. -Pero es que... -¡Deja de discutir y no causes más problemas! En esos momentos de enfado volví a tener malos pensamientos: “Ojalá mi hermano se hubiera estrellado en el cemento cuando se cayó del trampolín.” Fui a decirle a Lobelo que no podía salir. Torció la boca, dio tres acelerones a su motocicleta y arrancó sin despedirse. Riky trató de hacer las paces conmigo, pero yo estaba furioso. Le dije que lo odiaba y que por su culpa me habían castigado. Sus ojitos se llenaron de lágrimas. Dio la vuelta y se fue. A partir de 9