Apenas llegué me preguntaron:
-¿Es tuya esta solicitud?
Mi nombre había sido rayado con la misma tinta que usé, como
si me hubiera arrepentido de escribirlo.
-Sí –contesté -. Es mía, pero ¿Quién tachó mi nombre?
-No trates de zafarte ahora. ¡Fuiste tú mismo!
Tomé la hoja para analizarla. Debajo de los tachones había una
nota que insultaba a la escuela con las groserías más sucias que
jamás había visto en un papel. También, usando el mismo lenguaje
ruin y ofensivo, había una amenaza para el nuevo profesor del
programa deportivo.
-Yo no escribí esto.
-Pero es tu hoja y tú personalmente la metiste en la caja. ¿No
es así?
-Sí...
-¿Creíste que no íbamos a descubrirte?
-Es que...
-Aunque rayaste tus datos, pudimos descifrarlos. Lo siento,
pero no toleraremos este tipo de faltas. Serás expulsado de la
escuela.
-¡Eso es injusto!
-Acabamos de llamar por teléfono a tu papá... Pasa a la sala de
espera y siéntate mientras él llega.
Quise discutir. No pude.
El director me abrió la puerta y caminé. ¡Era increíble! ¡Mientras
peleé con Lobelo, su amigo granoso tachó mi hoja y la llenó de
groserías! ¿Por qué no la revisé antes de entregarla?
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