SANGRE DE CAMPEÓN Sangre de campeón | Page 87

Llené mis datos con rapidez y busqué la urna para depositar mi solicitud. Iba caminando, cuando alguien me dio un golpe en la nuca con la mano abierta. -“Malapata”, ¿quieres fortalecer tu carácter? ¡Buena falta te hace! -¿Por qué me pegas? -respondí enfrentándome al grandulón -. ¡Ya déjame en paz! Lobelo me empujó y el granoso que siempre venía con él puso una pierna detrás de mi. Caí de sentón. Solté mi solicitud deportiva. Me puse de pie y arremetí hacia Lobelo, lleno de ira, pero me recibió con un gancho al hígado. El golpe me dejó doblado, sin aliento. -Mira esto, marica -me restregó en la cara un reloj de pulsera antiguo y se acercó a mi oído para decir en secreto-, ¿qué te parece?, ¿eh? Era del anciano al que le dio un paro cardiaco. También tengo su anillo y su cartera de piel. Me levanté asustado sin poder respirar bien. ¿Lobelo y su padrastro asaltaron a los ancianos? ¿Y por qué la viejita no los reconoció? Una edecán pasó junto a nosotros cargando la urna en la que debíamos depositar nuestra solicitud. Busqué la mía. El amigo de Lobelo la tenia. -Dámela. Me la arrojó a la cara. Los tiranos soltaron a reír y se alejaron. Una lágrima de rabia se escapó de mis ojos. La limpié de inmediato con el brazo. Tomé la ficha que había llenado, la doblé en cuatro partes sin mirarla, y la entregué. Luego me fui a mi salón. A las dos horas me mandaron llamar de la rectoría. El director y el maestro del programa deportivo estaban furiosos, esperándome en la oficina. 87