-Mis compañeros cambiaron conmigo en cuanto supieron que
yo iba a tener las listas de reportes, asistencias y calificaciones. Me
están presionando para que haga trampas. No quiero problemas.
El profesor me observó en silencio y luego dijo señalándome
una silla frente a él:
-Siéntate, por favor.
Obedecí.
-Tú sabes que quienes hacen trampa, casi siempre son
descubiertos y castigados de forma muy dura.
-Si –contesté -. Pero si les digo eso a mis amigos, me llamarán
cobarde y cosas peores.
El profesor Miguel movió la cabeza y levantó la voz:
-Vamos a hablar claro, Felipe. Los dirigentes tienen muchas
obligaciones. La más importante es enseñar honradez. Eso significa
que cuando un líder hace trampa, le falla a toda su gente porque
viola el principio fundamental del liderazgo: ser un ejemplo a seguir.
Me agrada saber que rechazas la corrupción. Necesitam os
dirigentes íntegros: en la política, en los negocios y en la sociedad.
Ser jefe es un gran reto, porque al estar arriba, muchas personas
hipócritas te van a adular. El César, en la antigua Roma, tenía un
empleado que iba detrás de el diciéndole todo el tiempo: “No eres
un dios, no eres un dios, recuerda que no eres un dios.” Esto
ocurría porque tener poder sobre los demás provoca perdición. El
jefe llega a creerse superior y se corrompe. No apliques el poder
para mandar sino la autoridad para servir. Sé valiente, Felipe y no
renuncies al cargo.
Asentí. Se habla despertado en mi interior una hambre de
superación que nunca antes había sentido. Deseaba, de verdad,
convertirme en un campeón.
Me despedí del profesor aceptando continuar con el cargo.
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