mundo está lleno de personas que presumen recompensas no merecidas, títulos
robados, dinero, ilegal. Todos quieren parecer campeones, pero muy pocos están
dispuestos a serlo de verdad.
El camino de la rectitud es lento. No te desesperes. Si eres honesto, ganarás pocas
veces, porque competirás contra demasiados tramposos, pero no te obsesiones
con tener todos los premios. Esmérate siempre y colecciona alegrías por hacer lo
correcto.
Tú eres un niño distinto. Jamás entres al juego del engaño. Los tramposos tratarán
de convencerte para que te vuelvas tramposo también, pero tu naturaleza es hacer
el bien.
Un campeón no vale por sus diplomas, vale por su honradez. Recuerda que la
verdadera medalla de honor no es de metal; no se puede tocar, porque se lleva en
el corazón. Tú tienes una. Jamás la cambies por dinero o galardones.
Si estudiaste poco, reconócelo, pero no copies en el examen. Si te faltó trabajar en
casa, admítelo, pero no le pidas a un compañero que mienta y diga que trabajaste
con él. Si tu entrenamiento fue deficiente, acepta cuando pierdas en la
competencia: no te enfades, no trates de hacer trampa.
Cuando actúas con honradez, siempre conservas tu medalla
de honor. La gente no la ve, pero tú la puedes sentir. Ahí está. Dentro de ti. Te
sientes orgulloso de ella porque te permite mirar de frente, como un verdadero
campeón.
Guardé la tarjeta. Estaba sorprendido. Si la aparición de IVI y la
existencia de esa caja no eran un milagro, sí lo era el hecho de que,
cada vez que sacaba una tarjeta, recibía la respuesta indicada. En
mi mente se repetía constantemente una frase: “la verdadera
medalla de honor no es de metal; no se puede tocar, porque se
lleva en el corazón.”
Fui decidido a ver al profesor titular a su oficina. -Maestro,
Miguel, ¿puedo hablar con usted? -Adelante, Felipe.
-Vengo a renunciar al cargo de jefe en mi grupo.
-¿Por qué?
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