15. Un campeón tiene integridad
El padrastro de Lobelo escuchó la grosería y no dijo nada.
Volví a encogerme, atemorizado. De inmediato sentí las
vibraciones: El ambiente dentro del coche se notaba pesado, como
si las dos personas que iban en los asientos de adelante me
odiaran.
De repente, Lobelo abrió la guantera y sacó una pistola real.
Comenzó a jugar con ella; se volvió hacia mí, y me apuntó a la
cabeza. Me quedé frío al sentir el cañón en mí frente.
Lobelo soltó una risotada.
-No está cargada -dijo abriendo la otra mano y enseñándome
las balas sin dejar de reír -. ¡Cálmate, “Malapata”! No te vayas a
orinar en el carro.
El señor Izquierdo también rió.
Papá me había dicho: “No te arriesgues. Si notaste algo malo
en ese señor y en su hijastro, aléjate de ellos.”
Siempre que desobedecía a mis padres, me iba mal. Eso era
definitivo.
Miré alrededor. Sentí un temblor de miedo. El carro en el que
íbamos era negro y viejo ¡igual al de los ladrones que intentaron
brincarse la barda de mi casa la noche anterior!
Comencé a respirar con rapidez.
Al agachar la vista, vi que mis pies estaban pisando algo duro y
largo...
Lo observé bien... ¡Era un bat de béisbol!
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