-Señor... ¡Yo busco a otra muchacha!
-Pues Rafaelita es la única joven que vive aquí...
-¡No puede ser! El viernes me quedé en la escuela toda la
noche. En la madrugada conocí a una joven...
Iba a decir: “muy limpia, con mejillas rosadas, pelo brillante y
mirada dulce”, pero me detuve.
-El viernes en la noche -dijo el hombre con seriedad -, no había
nadie aquí. Mi familia y yo dormimos en otro lado.
-¡Señor! ¡Yo lo vi a usted en la mañana barriendo la calle! ¿Se
acuerda? Cuando salí, le dije que le diera las gracias a su sobrina
de mi parte.
Dio un paso al frente como para reconocerme.
-¡Conque fuiste tú quien me dio ese tremendo susto Claro, lo
recuerdo. Saliste corriendo. Fui a investigar y encontré la oficina
abierta. ¿Cómo la abriste? Yo mismo la cerré con llave antes de
irme.
Las manos comenzaron a temblarme...
-E... e... estoy di... diciendo la... la verdad –tartamudeé -. Dormí
adentro de la escuela el viernes. Ivi me abrió la oficina -me detuve -.
¿Ustedes conocen a una chica llamada Ivi?
Negaron con la cabeza.
-Jamás hemos oído hablar de ninguna persona llamada así.
-¡Pero yo la vi! ¡Estuve con ella! Me abrazó. Me consoló. Me dio
un vaso de leche, una almohada y una cobija.
-Muchacho, ¿te sientes bien? En la oficina no había vasos ni
cobijas.
Cerré los ojos, aturdido.
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