próxima semana, no saldrás a la calle, ni verás la televisión.
Trabajarás duro, ya te diré en qué.
-¡Papá! –protesté -. Mi hermano tuvo la culpa. Él siempre...
-¡No sigas! -estaba de verdad enfadado; después de varios
segundos continuó -: Te has vuelto muy envidioso. No juegas con
Riky ni le prestas tus juguetes; cuando puedes lo molestas y le
gritas, ¿crees que no me doy cuenta? Abusas de él porque tienes
doce años y él ocho, pero tu envidia es como un veneno que está
matando el amor entre ustedes. Vas a reflexionar sobre eso y
acatarás lo que te ordene, sin rezongar.
Esa tarde, papá compró una cubeta de pintura y dos brochas.
-Pintarás la mitad de nuestra casa -me dijo -. La fachada de la
planta baja. Y lo harás con cuidado, no quiero que manches el
suelo o las ventanas. Cuando te canses de pintar, entrarás a tu
habitación y harás ejercicios de matemáticas.
En cuanto me quedé solo, busqué a mamá para protestar:
-¡Es injusto! –alegué -. Convence a mi papá de que me levante
el castigo. Por favor.. ¡No quiero estar encerrado durante la última
semana de vacaciones!
-Lo siento, Felipe –contestó -, pero él tiene razón. Cometiste
una falta muy grave. Harás todo lo que te or