Su cara se iluminó con una sonrisa. Quiso levantarse a
saludarme, pero el doctor le pidió que permaneciera quieto. Fui
hasta él y le toqué la frente con cuidado. Me preguntó:
-¿Ya me perdonaste?
-¿De qué, hermano? No tengo nada que perdonarte.
-Te castigaron por mi culpa.
-No, no digas eso. Yo me lo gané. Fui envidioso contigo. Tú, en
cambio, eres muy bueno. Subí a la azotea y me di cuenta de lo que
estabas haciendo. Tratabas de ayudarme a pintar la casa. ¡Por eso
te caíste!
Mis padres abrieron mucho los ojos.
-¿Por eso te caíste? -preguntó papá asombrado.
En ese instante llegó el médico trayendo unos papeles.
-Quiero hablar a solas con ustedes.
Salieron de la habitación. No soporté la curiosidad y fui tras
ellos; el médico esperó que yo me retirara. Creí que papá iba a
alejarme, pero, al contrario, me atrajo hacia él y le dijo al doctor:
-Felipe es un muchacho maduro y somos una familia muy
unida. Puede hablar con confianza.
Me sentí orgulloso y feliz. El doctor comenzó a explicar.
-Riky, necesita un transplante urgente de médula ósea. -¿Qué
es eso? -pregunté.
-Los huesos, en su interior, tienen una sustancia que “fabrica” la
sangre. Se llama médula ósea. Es ahí donde radica el problema de
Riky. La médula de sus huesos produce células cancerosas. El
tratamiento indicado es destruir toda su médula, mediante
quimioterapia, y transplantarle la médula de un donante sano. El
56