Se necesita mucho dinero para vivir bien hoy en día. Hay demasiadas exigencias
en las familias. Los padres deben trabajar en exceso para suplir todas las
necesidades del hogar.
Si tu papá trabaja mucho, no lo juzgues ni lo trates mal. Ámalo. Compréndelo.
Cuando llegue de mal humor, sé atento y cariñoso con él; déjalo descansar, pues
no sabes todo lo que le ha pasado durante el día.
Por otro lado, las mamás deben atender la casa, la limpieza, la comida, la ropa de
toda la familia, la tarea de los hijos, la salud, las clases extra, trabajar para ayudar a
papá, ser amiga, consejera y esposa.
La labor de una madre es, con frecuencia, heroica. Muchas mujeres la hacen sin
protestar, pero se les rompe el corazón cuando sus hijos son groseros con ellas y
no las valoran.
Ten cuidado. Nunca te acerques a tus papás sólo cuando te hace falta dinero o
quieres pedir algún permiso. Los padres se dan cuenta de la hipocresía. Busca a
tus papás con ternura. No les exijas. Demuéstrales tu amor. Ellos también, con
frecuencia, se sienten solos, tienen miedo, preocupaciones y, a veces, igual que tú,
dejan escapar una lágrima de tristeza por las noches.
Jamás seas el tipo de hijo que causa problemas. Al contrarío. Sé quien ayuda y
resuelve conflictos. Si tu mamá o tu papá se equivocan, diles que perdonas sus
errores.
Algún día, tendrás que irte de tu casa. Cuando llegue el momento, hazlo por la
puerta de enfrente, con la bendición de tus papás, orgulloso porque durante los
años que estuviste a su lado, fuiste un gran hijo, un extraordinario elemento de
unión y comprensión.
Mis padres llegaron acompañados de un médico. Guardé la
tarjeta en la caja.
-Ven Felipe, pasa.
Entramos a la habitación. Ríky estaba ahí, acostado. Una
manguera le salía del pecho. Según me explicaron después, era un
catéter que le habían insertado cerca del corazón para introducirle
todas las medicinas por la vena principal.
-Mira quién vino a verte -le dijo el doctor.
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