10. Un campeón no es interesado
Usé mi llave. La casa estaba sola. Me invadió una ola de
tristeza. ¿Y si hubiera muerto en aquel sótano? ¡Mis padres ni
siquiera se habrían enterado! Fui al cuarto de Carmela. No había
nadie. La nana había recogido sus pertenencias y había
desaparecido.
A las pocas horas llegó mamá. Tenía unas enormes ojeras. No
me preguntó cómo estaba. Ni siquiera se dio cuenta de mis heridas.
Abrió los cajones buscando algo. Después se volvió para
ordenarme:
-Llama a Carmela por favor.
-Carmela no está –respondí -. Papá la reprendió ayer; parece
que empacó sus cosas y se fue.
-¡Cómo es posible! Justo cuando más la necesito.
Continuó buscando en las gavetas. Con movimientos bruscos,
desacomodaba cada vez más los papeles. Parecía desesperada.
Después de un rato, levantó la cabeza y miró alrededor.
-¡Qué desastre! –comentó -. Felipe, debes ayudarme. Limpia la
casa, lava los platos de la cocina, recoge la basura y ve al mercado
por comida. Te voy a dejar la lista. En la noche regreso. No quiero
encontrar este tiradero, ¿de acuerdo?
¿Por qué se portaba así?
Alguna vez escuché que, a un amigo, sus padres le daban
dinero por los trabajos extras. A Carmela también le pagaban.
Tomé lápiz y papel. Hice una pequeña suma:
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