Y ahora, ¿cómo iba a salir del sanitario?
Bajé la tapa del excusado y me senté para contemplar mi piel
hecha trizas. Después, toqué mi oreja y observé el liquido rojo que
me manchaba la mano. Sentí ganas de vomitar.
¿Qué me pasaba? Eso no era normal. Volví a fijar la vista en la
sangre. Descubrí cientos de bolitas moviéndose de forma
temblorosa, como si mi visión pudiera penetrar en los intrincados
secretos de ese líquido rojo.
Recordé las clases de Ciencias Naturales. Me habían explicado
que la sangre