Las luces del edificio estaban apagadas. Los vidrios de la
fachada rotos; la puerta principal caída y desvencijada...
El edificio se hallaba abandonado y en ruinas. No vivía nadie
adentro... tampoco era posible que se hubiese encendido ninguna
luz en su interior ni que hubiera salido nadie de ahí.
Miré hacia delante.
lvi, la jefa de todos esos ángeles, el arcángel de los niños,
había avanzado hasta la esquina, donde la esperaban algunos de
sus guerreros.
Me dijo adiós con una mano antes de dar la vuelta.
Fue la última vez que la vi.
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