SANGRE DE CAMPEÓN Sangre de campeón | Page 120

24. Un campeón pone manos a la obra El coche chocado que los delincuentes abandonaron, era del señor Izquierdo. La policía se movió con excesiva prontitud. Gracias a eso atraparon a los cuatro malhechores en casa de Lobelo. La anciana que fue asaltada junto con su esposo, esta vez identificó plenamente a los ladrones. “ ¡Son ellos!”, aseguró. Entonces comprendí: El señor Izquierdo nunca actuaba solo. Tenía cómplices. Cuando intentaron robar mi casa, iban en dos automóviles. También cuando asaltaron a los viejitos; por eso la mujer sólo vio a dos de los delincuentes. Los demás estaban en el otro coche. Recordé que Lobelo me había dicho, mientras me restregaba en la cara un reloj de pulsera: “Mira esto. Era del anciano al que le dio un paro cardiaco. También tengo su anillo y su cartera de piel.” Después recordé cuando me dijo que yo sería más feliz si mis padres se murieran o divorciaran: “Soy libre como los pájaros. Mi padrastro me deja hacer lo que quiero, no se mete conmigo y me enseña a ganar dinero fácil.” ¡Dinero fácil! Por eso el hombre acabó en la cárcel y Lobelo tuvo que huir. No sé adónde fue. Ojalá haya buscado a su madre. Me hubiera gustado hablar con él, para ayudarlo. Sé que también tiene sangre de campeón y puede purificar su esencia. Con quien sí pude hablar, fue con su amigo, el gordito. Se llama Roberto. Le platiqué sobre Ivi, sobre la caja de tarjetas y sobre los guerreros protectores. Me escuchó con la boca abierta. Pude detectar que todavía es un niño de corazón. Eso le ayudará. Por lo pronto, no ha vuelto a molestarme. 120