-IVI, yo tengo doce años. Pronto dejaré de ser niño. ¿Olvidaré
esto?
-No, si no quieres. Puedes ser siempre niño, en tu corazón.
-¿Cómo?
-Nunca dejes de creer. Vive con alegría, usa mucho tu
imaginación y sobre todo, lucha cada día por un ideal.
-¿Y si fracaso?
-Para un hijo de Dios, esa palabra no existe. Eres un campeón
siempre. Cuando sientas que te faltan fuerzas, recuerda que todo lo
puedes en el nombre del Señor. Habla con él. Te escucha. Los
ángeles no tenemos capacidad para estar en dos sitios al mismo
tiempo, en cambio el Espíritu de nuestro Creador se halla en todas
partes a la vez y habita en el interior de cada ser humano.
Asentí. Parecía complicado, pero era algo muy hermoso...
Escuché un gemido.
Volví la cabeza.
Mi madre estaba saliendo del auto, al fin. Corrí a ayudarla.
A lo lejos sonaban las sirenas de ambulancias y patrullas.
Mamá se detenía el brazo izquierdo con la mano opuesto.
-Ya estamos a salvo... -la consolé -. Los maleantes se fueron.
-¿Sí? -preguntó y luego supuso -: De seguro alguien oyó el
ruido del accidente y telefoneó a emergencias.
Se apoyó en mí.
Le iba a explicar lo que ocurrió, pero miré hacia el sitio de
donde habían salido nuestros protectores y me quedé callado.
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