-Nos vienen siguiendo.
Volteé. Era verdad. Dos autos se habían detenido justo detrás
de nosotros.
El miedo me invadió.
-¡Acelera! -le dije -. Es peligroso.
Ella negó con la cabeza.
-Felipe ¿Esos coches que están detrás, ¿no son los que se
detuvieron frente a la casa cuando intentaron robarla? ¿Es uno de
ellos el del señor Izquierdo?
-Sólo veo las luces. Pero tienes razón. Deben ser ellos.
¡Vámonos!
-Dejaré que se acerquen... Somos gente civilizada. Les
preguntaré qué quieren.
-¡No! –exclamé -. Pueden hacemos daño.
En ese instante, se abrieron las portezuelas de los coche que
estaban detrás de nosotros y bajaron cuatro hombres.
-¡Vienen armados! –dije -. ¡Mamá! Dos de ellos trae pistolas,
¿ya te diste cuenta?
Mi madre al fin entendió que esos sujetos no eran tan
civilizados y que iba a ser imposible ponerse a charlar con ellos.
Movió la palanca del coche y aceleró.
Vi cómo uno de los tipos levantaba su arma y nos apuntaba. Me
agaché gritando:
-¡Cuidado!
Los delincuentes prefirieron no disparar en esa transitada
avenida. Se subieron a sus autos y comenzaron a perseguirnos de
nuevo. Mamá aumentó la velocidad y trató de perderlos. Se salió de
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