SAN PABLO DE LA CRUZ "MAESTRO DE LA MUERTE MISTICA" Padre Antonio Maria Artola | Page 30

No se trata solo de apartar el alma de todo acto o apego negativo; error, me levantaré inmediatamente por el arrepentimiento, sino que persigue un fin altamente positivo y amoroso cual es el de no dejar aprisionar el propio amor en nada que no sea solo Él. Fundamentaré reconociendo mi miseria, y lo que soy, y lo que puedo, rogando a mi Dios, cabeza en tierra, con lágrimas en los ojos y suspiros en el siempre mi corazón en Dios, apartándolo con todo mi poder, con corazón, en demanda de perdón y de gracia para no traicionarle fuerza, de la tierra y de todo lo que no sea de Él. (MM, X). más, antes bien para unirme más establemente a Él. No me detendré 4. Los aspectos dolorosos de la Muerte Mística: una muerte aquí más de lo que me conviene, a fin de reconocerme miserable a mí misma, sino que tornaré a Él diciendo: ¡Dios mío, este es el fruto que puedo daros; no os fieis de mí, soy miserable! (MM, VIII). en perpetua agonía. de Dios, el alma se ve dominada por un sentimiento de plena indiferencia No es, sin embargo, una vida fácil la que aquí se describe como ideal de existencia cristiana. Es auténtica vida en agonía. El santo se da cuenta a todo lo que no es de Dios, su querer, su amor. Así no teme la desolación de que ofrece un plan bien duro y exigente. Pero ante la sublimidad de la y el abandono: si Jesús me quiere desolada, muerta y sepultada en las tinieblas, reflexionaré que debiendo por mis enormes pecados meta, hace exclamar al alma penetrada por el puro amor: permanecer Un vez lograda esta plena identificación del propio querer con el querer estar merecidamente en el infierno, ser bondad en mi Dios habérmelo solo entre dos términos: agonizar aquí hasta que Dios quiera y morir aquí de puro amor suyo (MM, III). ¡Te adoro Jesús mío, y me cambiado por tales penas, me asiré fuertemente al áncora de su siento morir por no morir! ¡Porque en agonía! (MM, II). Ciertamente potentísima misericordia, a fin de no menospreciar su grandísima bondad desconfiando de la misma (MM, III). moriré en Dios, porque sin Dios no puedo vivir (MM, p. IX). Tampoco la retienen los gustos espirituales: y si acaso me quiere agraciar con su presencia, o con los solos efectos de la misma, o «un calvario de penas» donde se realiza la unión. Y exclama llena de con el acto práctico y continuo, no me aficionaré jamás al gusto con esta reflexión pasaré mi vida situándola en una continua muerte (MM, X). del espíritu, ni me afligiré por el temor de verme privada del mismo Con esto, la morada interior preparada para Jesús se convierte en ardor interior: ¡Oh vida! ¡Oh que muerte! Viviré, pero como muerta, y (MM, II). Antes bien, está dispuesta a retornar al sufrimiento, al dolor, al 5. la Muerte Mís