SAN PABLO DE LA CRUZ "MAESTRO DE LA MUERTE MISTICA" Padre Antonio Maria Artola | Page 22
silencio, caritativa con todas, pero sin confianza particular con ninguna;
sola, sola: Dios y nada más. Muerta y sepultada a los ojos de todos, para
que Dios la haga una gran santa, pero en la santidad secreta de la Cruz (A
Sor Angela M. Cencelli, OC, 10.9.1762. L. III, 610).
XIV.- Según mi pobre modo de ver, Vd. nunca se ha encontrado en
mejor estado que ahora, por varias razones; y la principal es que sus
padecimientos están más desnudos y despojados de consuelo, y esto es
una gracia y gran don del Señor que no suele conceder más que a las almas
para Él más queridas.
La clave está en saber aprovecharse con una paciencia silenciosa. Ya le
escribí en una ocasión, aunque no la recuerdo, que los peces no tienen
lengua para darnos a entender que quien está en el tempestuoso mar de los
trabajos no debe tener lengua para lamentarse, ni con el prójimo, ni consigo
mismo, ni siquiera ante Dios. ¡Qué gran cuestión es ésta...! Practíquela
fielmente, porque después de la tempestad vendrá gran tranquilidad y
serenidad. Pero Vd. aún no está muerta; y quizá pretenda Dios bendito
que, con los padecimientos que le consiente, muera Vd. de muerte mística
a todo lo que no sea Dios, y que se comporte como muerta, sin lengua, sin
oídos, sin ojos. Y así como el muerto sepultado es pisoteado por todos, así
Vd., como muerta y sepultada, se deje pisotear por todos, convertida en el
oprobio y la abyección de la plebe. Disfruto oyendo que este nuevo confesor
la trata ásperamente y sea duro y severo: ¡qué buen amigo es éste...! Ahora
quiere Dios darle la última mano a la estatua y embellecerla para la galería
del Cielo; y por eso permite que quien debiera darle consuelo espiritual,
utilice el buril más fino y agudo, para pulir adecuadamente la estatua. ¡Qué
trabajo es éste tan noble! Aproveche esta preciosa ocasión, déjese mortificar,
reprender y tratar con toda severidad y aspereza; pero compórtese siempre
como verdadera sierva del Señor, siempre callada, mansa, siempre tranquila,
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y ruegue a S.D.M. que no la prive de ese instrumento, hasta que no quede
terminada la obra que Dios quiere hacer en Vd. Continúe con el recogimiento
interior que ninguna aridez puede impedir, pues no importa mucho el estar
con verdadera fe, despojada de todo placer por amor de Dios que es el
placer de placeres. Permanezca, pues, reposando como niña en el seno de
Dios, en silencio de fe y de santo amor, con la parte superior del espíritu, sin
ocuparse de los rumores que hacen los enemigos en torno a su espíritu.
Son exteriores, y Vd. está dentro en la cámara más íntima del espíritu, a
solas con el Divino Esposo. (A la Ven. M. María Crucificada de Jesús, CP,
1.1.1765. L, II, 30l).
XV.- Me alegra saber que el