SAN PABLO DE LA CRUZ "MAESTRO DE LA MUERTE MISTICA" Padre Antonio Maria Artola | 页面 20
como indica en su carta; pero debe encomendar las cosas a Dios bendito,
y luego perderlo todo de vista siguiendo en su muerte mística a todo lo que
no sea Dios. Por otra parte, la oración ha de ser continua, tanto de día
como de noche, tanto caminando como quieta, lo mismo trabajando que
reposando. Y tal oración debe hacerse en lo más profundo del sagrado
desierto interior, en elevada soledad, en amoroso reposo interior en Dios,
completamente absorta y perdida en aquel mar de Infinita Caridad. Jamás
abandone el sacrificio de holocausto de toda sí misma al Sumo Infinito
Bien; y este sacrificio se debe hacer en el fuego de la Divina Caridad
encendido en aquel sagrado ramillete de mirra que forman las santísimas
penas de Jesucristo. Y todo esto ha de hacerse a puerta cerrada, es decir,
con alejamiento de lo sensible en pura y desnuda fe. En este sagrado fuego,
María Crucificada debe dejar que se consuman todos los temores o que se
pierda cualquier otra cosa fuera del pacífico temor que hace estar en guardia
para no disgustar al Bien Amado, y que hace huir de cualquier ocasión de
ofenderlo.
Por lo demás, todo lo otro debe dejarse morir y consumir en el fuego
del amor, de modo que si se pudiera colocar a Crucificada en una prensa
se viera salir solo paz y amor, desde la propia médula de los huesos. Viva,
pues, en el Amor y del Santo Amor, y permanezca en la nada, y no sustraiga
nada a Dios; todo lo suyo es nada. Rece por mí y por la Congregación;
pero hágalo de corazón, pues las necesidades no son escasas. Ruegue por
el fruto de las Misiones, para que todos se conviertan y dejen el pecado,
las discordias y esté en todo la verdadera paz» (A la Ven. Sor M. Crucificada
de Jesús, 3.9.1754. L, II, 292).
La respuesta está en que debe permanecer en silencio y esperanza en
esta preciosa agonía en que se encuentra su espíritu; y ningún lamento debe
surgir que no sea este dulce gemido de amor y resignación: ¡Padre! a tus
manos encomiendo mi espíritu Pater; pero debe decirlo desde el fondo
del espíritu en Dios. De ese modo, cuando el Padre quiera terminará la
agonía y moriréis de aquella muerte mística más preciosa que la vida, y
resucitaréis en Cristo Jesús a una nueva vida divina de purísimo amor. ¿Me
comprende? Silencio, resignación, abandono en el seno de Dios, y deje
hacer a quien sabe hacer: quiero decir que, abandonada con toda resignación
en el seno del Padre Celestial, lo deje cumplir su obra. ¡Cuánto le quisiera
decir!, pero la lengua y la pluma no saben, ni pueden explicarse. Vd. está
en mejor situación que antes; permanezca oculta a las criaturas, recogida,
muerta a todo. Ruegue mucho por mí, pues mis necesidades son grandes.
Que Jesús la bendiga. Amén. (A Sor Columba G. Gandolfi, 25.1. 1755. L,
II, 469).
X.- Esperaba, del P. Confesor, la noticia de la muerte y sepultura de
Vd. para celebrar la santa misa en sufragio de su alma. Pero como no he
tenido tal noticia, dada mi ausencia, he de suponer que siga viva y establecida,
aunque preferiría saberla muerta místicamente en el amor puro. Alabaré a
la divina misericordia por recibir alguna noticia acerca de su espíritu, y me
encantaría si me diera nuevas sobre su preciosa muerte mística, y si el amor
purísimo del celestial Esposo la ha crucificado y sepultado en el abismo de
su divina caridad. (A Sor Columba G. Gandolfi, 7.10.1755. L., II, 482483).
IX.- Contesto con ésta a su carta, la cual aparece llena de paradojas
como todas las demás. Pero la compadezco, porque en ciertas circunstancias
solo se puede explicar con paradojas.
XI.- Estoy muy agradecido al Señor por la caridad que V.R. me ha
hecho con el devoto y bellísimo Niño, y quisiera aprovechar los símbolos
con que le adornó. Ciertamente, para descansar y dormir sobre la Cruz, de
la forma sugerida por Vd., conviene tener la inocencia de un niño, su
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