SAN PABLO DE LA CRUZ "MAESTRO DE LA MUERTE MISTICA" Padre Antonio Maria Artola | Page 16
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TEXTOS PARALELOS DE LAS CARTAS
I.- Os ruego, en cuanto sé y puedo, que obedezcáis las dulces invitaciones
interiores del Espíritu Santo. Jesús quiere de Vd. un gran despego de todo
lo creado, una verdadera muerte mística a todo lo que no sea Dios, una
gran desnudez y pobreza de espíritu, para quedar completamente vestida
de purísima fe y santo amor de Jesucristo.
Permaneced solitaria en el fondo de vuestro espíritu, en vuestro más
íntimo aposento. Cuando el buen Dios os deje hablar, rogando por la Santa
Iglesia y por las necesidades del prójimo y por Vd. misma, hacedlo; pero
con la lengua interior, en puro espíritu de amor. Pero cuando sintáis que el
alma gusta de estar a solas con el Sumo Bien, adorándolo en espíritu y
verdad, en un profundo silencio de fe y de santo amor, quedaros así y
alimentaros con sagrado silencio interior del alimento super suavísimo del
santo amor. Os recomiendo ir en espíritu a pescar en el mar santísimo de
las penas de Jesucristo y de los dolores de María Santísima. En este gran
mar pescaréis las alegrías de las santas virtudes del dulce Jesús, y vuestra
alma quedará cada vez más hermosa y adornada con estas preciosas gemas.
Esta pesca divina en el mar de la divina caridad, de donde procede este
mar de la Santísima Pasión de Jesucristo, que son dos mares en uno, se
realiza en el reino interior del espíritu, en una purísima fe de ardiente amor.
Escuche, bendita hermana mía. Si supiera, con la gracia de Dios,
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humillarse lo suficiente, estar bien fundada en su verdadera nada, amante
del propio desprecio, despegada de toda criatura y permanecer, en suma,
como muerta en medio de la gente, sin ojos, sin oídos, sin lengua, etc.,
aprendería esta gran ciencia de los santos. (Ala Ven. Lucía Burlini, 4.7.1748.
L, II, 717).
II.- Aquí tiene al pobre Pablo llegado a Roma hace dos horas, y que
acude a visitarlo en espíritu sobre la Santa Cruz del dulce Jesús, en quien
disfruta Vd. los frutos de este árbol sacrosanto de vida. Y si no los disfruta
sensiblemente, será por eso más feliz y bienaventurado, pues en tal forma
se asemeja más a nuestro divino Salvador, quien sobre la cruz exclamó al
Padre: ¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado? expresando
su desnudo padecer sin consuelo. ¡Bendita el alma que esté crucificada
con Jesucristo sin saberlo y sin verlo, por estar privada de todo consuelo
sensible! ¡Afortunada el alma que, en semejante abandono de todo consuelo
dentro y fuera, alimentándose de la voluntad divina, inclina la cabeza y
dice con Jesús: «¡Padre! a tus manos encomiendo mi espíritu», y muere
místicamente a todo lo que no sea Dios para vivir en Dios una vida divina
en el propio seno del Padre celestial; vestida toda de Jesucristo Crucificado,
es decir, unida totalment e a sus dolores que el alma amante hace suyos
mediante la unión de caridad con el Sumo Bien! Así pues, querido señor
Domingo, haga una fiesta de su rico padecer. Disfrute cumpliendo la voluntad
de Dios en esta enfermedad que le ha regalado el Dios bendito: sobre
todo, no dé lugar a escrúpulos, sino que los rechace y los consuma en el
fuego de la divina caridad.
Dios le ama, y ¡cuánto le ama! Tenga grande ánimo y resignación. Quien
lo hace es más santo, porque la verdadera resignación encierra en sí la
verdadera caridad.
Descanse, pues, como un niño en el seno de Jesucristo, aliméntese con
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