SAN PABLO DE LA CRUZ "MAESTRO DE LA MUERTE MISTICA" Padre Antonio Maria Artola | Page 17
el alimento con que Él se alimentaba: «Mi comida es hacer la voluntad de
mi Padre». (4.4.1750. L. III, 17)
III.- Le digo ahora que Vd. agradará tanto más a Dios cuanto más
conforme esté con su divina voluntad, permaneciendo como una sencilla
niña descansando en el seno amoroso de Jesucristo, dejando morir
místicamente allí todas sus inquietudes, deseos e inclinaciones incluso las
buenas, manteniéndose en total soledad interior con verdadera humildad
de corazón y perfecto abandono al divino beneplácito; así muy pronto se
hará santa.
Así pues, anímese mucho a seguir esa vida, y le aseguro que Dios le
llevará a la santa perfección, siempre que no abandone jamás la imitación
de Jesucristo, crucificada con él con toda clase de sufrimientos, internos y
externos, que el Señor permita. (A Sor M. Querubina Bresciani, 2.10.1750.
L. I, 506).
IV.- Ahora quiero que os adentréis cada vez más en lo más profundo
del desierto y allí, en aquella divina soledad, dentro de vos misma, en la
esencia, en lo más íntimo del alma, renacerá en el Divino Verbo a una nueva
vida de amor. Dios descansa en Vd.: Dios os invade toda y Vd. toda en
Dios, quedando totalmente transformada en su amor. ¡Ah, mi mente se
pierde, me faltan las palabras...!
Pero me alegro de no saber hablar de las maravillas del Señor; y lo que
no he dicho es asunto mío. Lo mío es la horrible nada, que me parece más
horrible que el infierno, pensando en el mal que puede surgir de mis infinitos
pecados. ¡Ah, Señor mío Jesucristo, cuidaos de mí, que seré peor que
Calvino y Lutero si me abandonáis un momento...! ¡Tengo tanto miedo de
mí mismo...!
Si vuestra oración es fructífera, máxime esta de ahora, debe mantenerse
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en una muerte mística para todo lo que no sea Dios, con una elevada
abstracción de todo lo creado, que es lo mismo. Lucía no debe ya vivir en
sí, sino en Dios: Jesús vive en Lucía y Lucía en Jesús. Dígame: ¿es así? Si es
así, la cosa va bien...! (A la Ven. Lucía Burlini 25.5.1751. L, I, 722)
V.- Completamente humillada y concentrada en su nada, en su nada
poder, nada tener, nada saber, pero con elevada y filial confianza en el
Señor, ha de perderse por completo en el abismo de la infinita caridad de
Dios, que es un fuego de amor: Nuestro Dios es un fuego, [...]. Y allí, en
aquel inmenso fuego deje que se consuma vuestra imperfección, y que
renazca a una nueva vida divina, vida toda de amor, vida totalmente santa,
y esta divina Natividad la realizará en el Divino Verbo, Cristo Señor nuestro.
Tenga presente, sin embargo, que este divino trabajo se realiza en lo
más íntimo del espíritu, en la cámara más secreta. Muerta ya místicamente
a todo lo que no sea Dios, con elevada abstracción de toda cosa creada,
entre sola en lo más profundo de la sagrada soledad interior, en el sagrado
desierto. Y esta entrada se hace con el aniquilamiento, se hace con la fe y el
santo amor, con elevado despego de toda satisfacción sensible por santa
que sea, en la que nunca se deberá pensar ni mucho menos reposar en ella.
Y de esta forma, cada vez que se realizan estas introversiones o retiros
interiores, permaneciendo en sagrado silencio de fe y de amor, el alma
renace a cada momento a una vida nueva de caridad en el Verbo Divino
que siempre escucha y ama. ¡Oh, tendría tanto que decir...!
Pero me pasé demasiado, y quizá no me comprenda. Pero ¿qué digo?
S.D.M. no me habría dejado escribir así si no quisiera hacéroslo entender;
y yo os conozco bien. ¡Oh, Lucía; qué obligada está hacia Dios...! ¡Cuán
humilde tiene que ser, caritativa con todos, mansa, paciente, tener de todos
buena opinión excepto de Vd. misma...! ¡Amiga del silencio, del retiro, huir
del ocio, trabajar y callar y permanecer dentro con Dios como he dicho
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