Rumor de límites. Memoria del desasosiego (hacia las Pinturas Negras) FINAL DE LAS PINTURAS NEGRAS-QUINTA DEL SORDO | Page 83

83 que todos damos por hecho cuando además contemplamos los bocetos pre- paratorios. Bien, fuera de ese pequeño galimatías que Velázquez nos propu- so, lo que tenemos delante en la obra goyesca es un conjunto de magníficos retratos que rehoyen, en sus protagonistas principales, la mirada hacia el espectador, o hacia lo hipotético que están contemplando, y nos quedan dos miradas un tanto perdidas sumidas en sus propias reflexiones, ajenas al acto en el que se suponen que participan. Esta sería una de las diferencias con Las Meninas, donde a excepción de la infanta todos parecen tener su propia vida actuando. Aquí el movimiento está más en el juego de miradas del que se aparta la figura de mujer -no conocida- situada junto al futuro Fernando VII. Algunos rostros muestran al más delicado Goya, como sucede los dos infantes que están junto a la reina María Luisa. En cuanto al tópico de las figuras reales, para nada aprecio el desprecio goyesco, creo que Goya pretendió agradar a los reyes, y que su posición se enmarca más en la tal vez irónica pechera del rey que al querer mostrar sus múltiples decoraciones y medallas se muestran, en el exceso, un tanto ridículas, pero todo queda anu- lado por la facilidad de la pincelada en los trajes de la pareja real. Es aquí donde Goya nos da la muestra inequívoca que ha asimilado las enseñanzas velazqueñas y huido definitivamente de los preceptos teóricos de Mengs. Los retratos de estos dos personajes principales están algo envara- dos, relamidos. En esos instantes nuestro pintor estaba ejecutando retratos de personajes influyentes y otras obras, con mayor frescura, pero le puede la responsabilidad y se queda a mitad de camino, sin dejar de ser“Goyas”. La luz cenital oblicua que entra por el lado superior de la izquierda del