Rumor de límites. Memoria del desasosiego (hacia las Pinturas Negras) FINAL DE LAS PINTURAS NEGRAS-QUINTA DEL SORDO | Page 81

81 maestras de la pintura universal con ejemplos como: Andrés del Peral (1795-98); el de Francisco Bayeu, también de 1795, a partir de una copia del propio retratado; donde nos ofrece una lección en el tratamiento de se- das grisáceas, plateadas; el de la Condesa de Chinchón (1795-97), con calidades de virtuoso rococó y composición neoclásica, uno de los grandes retratos del arte; ; el de Jovellanos (1798), lleno de cansancio y responsabi- lidad del hombre que pretende cambios y encuentra zancadillas. La mano que sostiene el papel parece ser la definitiva prueba de su lento escepticismo. El marco en el que está ambientado, aun cuando sigue el rigor protocola- rio, crea un clima de intimismo que hace causa común con el retratado; el magnífico de La Tirana (1799), una obra que ya deja traslucir esa manera tan personal de encarar la composición con toques pictóricos de pincela- das cada vez más libres; el magnífico del arzobispo de Joaquín Campany (1800-01), donde ya se preludian rasgos de su última etapa, pincelada más suelta, más contenido tonalmente, intensidad y “desprecio” del encargo para ser más “aprecio” de su ser pintor; el vivísimo retrato de Juan Villanueva (1800-05), el arquitecto del Prado. Una gozada plástica de rara intensidad gozosa, donde la concepción neoclásica queda anulada por esa cercanía vitalista que tiene en su composición y su gesto vivaz, inteligente, lleno de nervio, donde el arquitecto parece que nos ha convocado para hablarnos de sus proyectos; la extraña composición agigantada del de Godoy (1801), que rompe moldes compositivos de retratos “oficiales”; el “enamorado” de Leocadia (1815), enternecedor, que respira en la mirada de serena profun- didad, conseguida con deliciosos toques rosáceos que parecen más caricia que pintura; el de la duquesa de Alba (1795)con el perrito de moda, lleno