Rumor de límites. Memoria del desasosiego (hacia las Pinturas Negras) FINAL DE LAS PINTURAS NEGRAS-QUINTA DEL SORDO | Page 76

76 En 1781 pinta San Bernardino de Siena, -cuadro que aún tiene ecos barroquizantes e influencias foráneas, tanto en la composición como en el color y el tratamiento de las figuras- En 1788 realiza el encargo para la capilla de la Duquesa de Osuna en Valencia su San Francisco de Borja asiste a un moribundo impenitente. En esta obra Goya va más allá lle- gando a lo que los contemporáneos definieron como «Lo Sublime Terrible», Pedro de Silva, contemporáneo de Goya, dice de éste óleo que, con motivo de la representación de las proximidades de la muerte, el espectador que contempla el cuadro retiene «las señales terribles (...) de una alma violenta- mente agitada de los crueles remordimientos de sus crímenes, y de la deses- perada persuasión de su próxima condenación eterna», y sigue diciendo que las caricaturas de los seres del fondo reproducen “el temor”. Todo ello muy en boga a las mentalidades sometidas al miedo de un infinito padecimiento y condenación, tan queridas por la Iglesia para amedrentar y manipular a su favor el pánico de las masas ante el hecho de la muerte. Pero es signifi- cativo que la rotundidad de los monstruos, que aparecen tras el moribundo, presagian algunas figuras de Las Pinturas Negras. Hay ya algo en Goya que se irá presentando como recurrente-lo monstruoso, lo demoniaco, lo que nos amedrenta. En el transcurso de su vida pintará decenas de motivos reli- giosos como el Prendimiento de Cristo (1789), para la catedral de Toledo, cuyo boceto en el Prado da una muestra de su soltura compositiva preludio también de cuanto está por venir. Una de sus últimas obras religiosas será La última comunión de san José de Calasanz (1819). Obra sombría que nada tiene que ver con otros motivos religiosos y que cuadra con su nueva manera de entender y