Rumor de límites. Memoria del desasosiego (hacia las Pinturas Negras) FINAL DE LAS PINTURAS NEGRAS-QUINTA DEL SORDO | Page 57

57 En estos años Goya es un pintor en plena madurez y ascenso. Ha viajado a Italia, ha realizado los murales del Aula Dei y los de la Basílica del Pilar en Zaragoza; pinta cartones para Tapices y está en la nómina de los pintores del Rey, además comienza a recibir encargos de retratos para miembros influyentes de la aristocracia, la iglesia y la realeza. Podemos decir que las primeras obras pintadas en Madrid ofrecen una visión opti- mista de la vida. Este mundo idealizado se refleja sobre todo en los carto- nes para tapices que realizó entre 1774 y 1792. Busca abrirse camino y los motivos que ha de pintar en ellos son impuestos, para que sirvan de modelo a los oficiales que tejen en la Real Fábrica de Santa Bárbara. Será con los retratos realizados en estos años, donde va dejando constancia de su talen- to como demuestra en el de su cuñado Francisco Bayeu -1795-, el de la Condesa de Chinchón -1797-, Jovellanos -1798-, de la actriz la Tirana -1799-, de Isabel Porcel -1804- de fuerza, hermosura y temple llenos de matices exquisitos o de la familia de Carlos IV-1800-1801- otro ejemplo de sabiduría plástica y de emulación admirativa velazqueña, por citar solo algunos ejemplos. Poco a poco Goya se ha ido convirtiendo en un pintor conocido, estimado, a quien no faltan encargos. Se codea con los personajes más influyentes, presume de tener el mejor birlocho de Madrid, de comer y vivir bien y de asistir a cacerías con amigos de la nobleza y de ser en oca- siones el que más piezas ha cobrado. Rondando la cincuentena no solo es ya pintor de Cámara del rey Carlos IV, y obtiene sus favores, con una asigna- ción que le permite vivir con comodidad, sino que su habilidad plástica está siendo solicitada por los estamentos más influyentes de la sociedad hispana