Rumor de límites. Memoria del desasosiego (hacia las Pinturas Negras) FINAL DE LAS PINTURAS NEGRAS-QUINTA DEL SORDO | Page 50
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Jesús, hubo de pagar con la expulsión sus intrigas y las inquinas de rivali-
dad de las demás órdenes religiosas. La Compañía fue expulsada en virtud
de una razón de Estado.
Los gobernantes ilustrados recelaban de la ascendencia de la Com-
pañía entre la clase política, a la que educaba y confesaba, de sus actitudes
conservadoras en la enseñanza, de su defensa de la intervención eclesiástica
en política y, sobre todo, les resultaba muy contraria a sus planes la depen-
dencia directa que mantenía con la Santa Sede (recuérdese el particular
voto de obediencia al Pontífice). Los jesuitas eran, para el grupo innovador
que había llegado al Poder con Carlos III, los principales enemigos de las
reformas que pretendían realizar y los aliados más directos de la aristocra-
cia reaccionaria, hostil igualmente a todo pensamiento renovador y a per-
der una mínima parte de sus privilegios; esta alianza situaba a los jesuitas
como una facción dentro del Estado y “es incompatible toda facción dentro
de cualquier Estado con la subsistencia y conservación del Estado mismo, de
suerte que, o el gobierno civil ha de sucumbir o perecer, o ha de repeler esta
mortífera sociedad como una verdadera enfermedad política y de las más
agudas que se han conocido en esta clase”.
La enemistad con los jesuitas de todos los que intervinieron en la
reforma universitaria es indudable: Pérez Bayer, Bertrán, Roda, Campo-
manes, Floridablanca, inundan sus escritos de ataques contra los citados
religiosos. Es expresiva la frase que emplea el embajador Azara para des-
cribir el odio del ministro Roda contra jesuitas y colegiales: “Por un cristal