El juego es una actividad imprescindible para la evolución cognitiva, afectiva y social del
niño y es necesario para un desarrollo integral, ya que permite las funciones básicas de la
maduración psíquica al ser la actividad lúdica una función simbólica cuya meta es la
manifestación creativa de la representación común.
El juego simbólico es la aparición o surgimiento de un yo modificable a las necesidades
del individuo., por lo tanto, al fallar la adquisición y utilización de la función simbólica, ya sea
por causa de una discapacidad o deficiencia o bien como consecuencia de la no cobertura en las
etapas del juego, esa nulidad de experiencias emocionales producidas en cada una de las etapas
lúdica repercute de manera negativa desfasando su competencia social y académica. Por lo que
se advierte la importancia en su maduración personal y la necesidad de potencializar en la
infancia la práctica del juego espontáneo para que pueda lograrse los niveles adecuados en cada
etapa evolutiva.
El principio de funcionalidad al ser el primer contexto para el desarrollo de la
inteligencia, la curiosidad y la iniciativa, que permite eliminar de manera inconsciente aquellos
bloqueos que le impiden un cambio de actitud mental, logrando durante el juego la innovación
efectiva en los rastros mnemónicos del cerebro humano.
El juego es un instrumento facilitador del desarrollo afectivo, al poseer como
característica una triple dimensionalidad de habituación lúdica: negativa, positiva y catártica.
La condición del estado psicológico que provoca el juego en las personas, influye de
manera importante en sus emociones, al potencializarlas de manera natural y espontánea. La
Cognición y la Emoción son procesos mentales superiores, a través de ambos procesos los seres
humanos interactúan adecuadamente con el mundo, memorizando, resolviendo problemas,
discerniendo sobre una situación, comunicando y reflexionando., ambos tienen que ver con la
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