El juego como instrumento potencializador del aprendizaje cognitivo, afectivo y social
presenta cinco principios fundamentales: significatividad, funcionalidad, utilidad, globalidad y
culturalidad. Estos principios le permiten al individuo vincular adecuadamente la relación
existente entre pensamiento y experiencia para lograr la conexión de manera significativa con su
contexto real, al favorecer la instauración de la función simbólica y con ello el surgimiento
interno del símbolo.
El principio de significatividad, el juego está lleno de significado por que surge con
motivo de procesos internos y que es necesario provocar, inclusive propiciar de manera
intencionada, esto debido a que en los individuos con bajo aprovechamiento académico, su nivel
de desarrollo lúdico se encuentra carente, inclusive ausente y el juego llega a desarrollar el
conocimiento que se necesita para conectarse de manera significativa con los retos con los que
ellos se encuentran en la vida.
La actividad lúdica favorece en el niño la instauración de la función simbólica y con ello
el surgimiento interno del símbolo, logrando aumentar la capacidad del pensamiento humano.
Así el juego se presenta como uno de los primeros lenguajes naturales en el ser humano,
mediante el cual éste proyecta sus deseos, inquietudes, sentimientos, impulsos, miedos,
necesidades y emociones que no puede expresar con palabras, reflejando con ello formas y
mapas de la organización de su personalidad.
El juego promueve la adquisición del concepto de la regla (en su aspecto cognitivo y
afectivo) que tanto tiene que ver con el nacimiento del juicio ético y la autonomía social en el
niño, dado que por medio del juego los niños empiezan a comprender como funcionan las cosas,
lo que puede o no pude hacerse con ellas, descubriendo que existen reglas de causalidad, de
probab ilidad y de conducta que deben de acatarse.
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