siendo enjuiciado. Por su parte Carrión (2001:22) coincide con esta definición al mencionar que
la evaluación, necesariamente, ha de ser racional y que genere “juicios o conclusiones con base a
estándares o indicadores de calidad”.
Ante estas dos primeras referencias, puede destacarse que la evaluación es una actividad
compleja, nada improvisada, por lo contrario, implica todo un proceso sistemático, organizado
que permite recopilar información de determinado objeto de estudio, para así emitir juicios en
base a criterios predefinidos.
Ahora bien, profundizando un poco más en las características de la evaluación, Carrión
(2001:27) afirma que la evaluación debe tener como propósito primordial su utilidad en razón de
las preocupaciones e intereses de las personas que participan en las actividades educativas, así
como de quienes se benefician de ellas. Ante ello, se puede reconocer la importancia de orientar
la evaluación hacia criterios bien definidos, que vayan en función a los aspectos que realmente se
quiere evaluar, es decir, satisfacer las necesidades de los sujetos involucrados en el proceso.
Salcedo (1997) especifica objetos de evaluación educativo, mismos que van “...orientados
a analizar o describir la eficiencia de la institución, desde el punto de vista de algunos
componentes considerados básicos, tales