como respuesta a la globalización y a los acuerdos de integración regional, como expectativa
para utilizar la cooperación internacional y así reducir las asimetrías de desarrollo entre sus
contrapartes. (Didou, 2004).
América del Sur y América del Norte representan respectivamente el 7% y 4% de los
estudiantes escolarizados fuera de su país de origen. En su gran mayoría, estudian en Estados
Unidos. Estados Unidos recibe un número importante de estudiantes del continente americano
(principalmente canadienses, mexicanos, brasileños y colombianos. Así, el 53 % de los
estudiantes suramericanos expatriados siguen sus estudios en Estados Unidos, en donde
representan el 6% de los extranjeros. De igual forma, España y Portugal se distinguen por el
significante porcentaje de los estudiantes que allí cursan su carrera (Fabré, 2005).
Como espacio de recepción de estudiantes extranjeros, América Latina es escasamente
competitiva; los becarios americanos sólo van en un 2.5% a México, 2.1% a Argentina, 1.4% a
Brasil y 1.3% a Chile según el Institute of Internal Education.
En países como Argentina, Cuba, Chile, México, Uruguay, son altamente expulsores, por
lo que la matrícula de estudiantes internacionales es menor que las nacionales por lo que es muy
difícil desencadenar procesos de internacionalización.
En México, las políticas educativas ya contemplaban desde el 2001 en su Plan Nacional
de Educación, la importancia de ampliar la cooperación internacional, formando alianzas
estratégicas en las áreas de cultura y educación, fortaleciendo los programas de intercambio y
movilidad de estudiantes y profesores; estableciendo redes de colaboración en diversos campos
académicos (De Witt et al 2005 ).
Hoy en día y atendiendo a las políticas en materia de educación en México incluidas en el
Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012, además de la necesidad de ser cada vez más
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