Cuando Ricitos de Oro se levantó del suelo, subió
a la habitación de los tres ositos y comenzó a
probar las tres camas. Probó la cama grande
pero estaba demasiado alta. Después probó la
cama mediana pero estaba demasiado baja y
por fin probó la cama pequeña que era tan
mullidita y cómoda que se quedó totalmente
dormida. Mientras Ricitos de Oro dormía
profundamente, llegaron los tres ositos a la casa
y nada más entrar el oso grande vio cómo su
cuchara estaba dentro del tazón y dijo con su
gran voz: "¡Alguien ha probado mi sopa!". Y
mamá oso también vio su cuchara dentro del
tazón y dijo: "¡Alguien ha probado también mi
sopa!". Y el osito pequeño dijo con voz
apesadumbrada: "¡Alguien se ha tomado mi
sopa y se la ha comido toda entera!". Después
pasaron al salón y dijo papá oso: "¡Alguien se ha
sentado en mi silla!". Y mamá oso dijo: "¡Alguien
se ha sentado también en mi silla!". Y el pequeño
osito dijo con su voz aflautada: "¡Alguien se ha
sentado en mi sillita y además me la ha roto!".