Cuando acabó la sopa se subió a la silla más grandota pero estaba
demasiado dura y se pasó a la otra silla más mediana comprobando que
estaba demasiado blanda, y entonces decidió sentarse en la silla más
pequeña que estaba ni muy dura ni muy blanda; era comodísima. Pero la
sillita estaba acostumbrada al peso tan ligero del osito y poco a poco el
asiento fue cediendo y se rompió.