Fue hacia la mesa y vio que había tres tazones. Un tazón pequeño, uno más grande y
otro más y más grande que los otros dos anteriores. Ricitos de Oro siguió sin
acordarse de los modales que su mamá le había enseñado y en vez de esperar a
que los tres ositos volvieran a la casita y le invitaran a tomar un poco de la sopa que
habían preparado, se lanzó directamente a probarla. Comenzó por el tazón más
grande, pero al probarlo, la sopa estaba demasiado caliente. Entonces pasó al tazón
mediano y al probarlo, la sopa estaba demasiado fría, pasándose a probar el tazón
más pequeño que estaba como a ella le gustaba. "Está en su punto", dijo la niña.