En un bosque florido y frondoso vivían tres ositos, un papá, una mamá y el pequeño osito.
Un día, tras hacer todas las camas, limpiar la casa y hacer la sopa para la cena, los tres
ositos fueron a pasear por el bosque para que el pequeño osito pudiera jugar y respirar
aire puro. De repente, apareció una niña muy bien vestida llamada Ricitos de Oro.
Cuando vio la casita de los tres ositos, se asomó a la ventana y le pareció muy curioso lo
ordenada y coqueta que tenían la casa. A Ricitos de Oro se le olvidaron los modales que
su mamá le había inculcado y decidió entrar en la casita de los tres ositos. "¡Oh! ¡Qué
casita más bonita! ¡Qué limpia y ordenada tienen la casa la gente que vive aquí!".
Mientras iba observando todo lo que había en la casa comenzó a sentir hambre, ya que
le vino un olor muy sabroso a sopa . "¡Mmm...! ¡Qué hambre me ha entrado! Voy a ver que
tendrán para cenar."