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-¿De què manera logrò salir adelante y asumir su ceguera?
- Al comienzo no la asumìa. Tenìa la sensaciòn de que pronto iba a volver a ver, que el mundo y los colores
que conocìa se iban a presentar ante mì otra vez. Ademàs, todos decìan: “Anita tiene una maldiciòn. No
puede ser que le pasen tantas cosas juntas”. Con mi madre visitamos unas cuantas videntes. Todas decìan
que efectivamente habìa sido vìctima de un maleficio, y lo adjudicaban a distintas personas. Despuès
entendì que si habìa un trabajo de brujerìa de por medio o no, eso no me devolvìa la visiòn. Le creì a los
mèdicos, que crueles pero honestos me decìan que tenìa que aprender a vivir en la oscuridad. Y yo aprendì.
-¿Còmo logrò convertirse en la mujer autònoma que es hoy?
-Con mucha ayuda. Principalmente, el amor incondicional de mis padres y mis hermanas. Tambièn asistì al
Centro de Rehabilitaciòn “Tiburcio Cachòn”. Allì aprendì muchìsimo.
Adquirì un celular para no videntes, que me permite enviar mensajes como cualquier persona normal, realizar
llamados y utilizar todas las funciones de un telèfono. Se agudizaron muchìsimo el resto de mis sentidos.
Puedo escuchar conversaciones a una distancia que otros no podrìan. Tambièn el tacto me es
imprescindible. Fue bueno permanecer en la casa en la cual crecì y mis padres se encargaron de remover
todo lo que pudiera hacerme tropezar. De la misma forma, ordenaron todo para que yo encontrara las cosas
sin dificultad. Me rehusè a usar bastòn. Me entristece, me genera vergüenza. Ademàs conozco mucho mi
casa y es el lugar en el que me muevo a diario. Si salgo, prefiero el brazo de mi madre, de mi pareja o de
mis hijas. Cualquier cosa antes que un bastòn.
-¿Còmo conociò a su actual pareja y padre de sus hijas?
-Cuando recuperè un poco la confianza y autoestima perdida, en parte gracias al apoyo terapeùtico que me
brindò el Centro, comencè a aceptar salidas, especialmente las que proponìan mis hermanas y las pocas
amigas que me quedaron. Es que en situaciones asì te das cuenta de quien te aprecia realmente y quien no.
Hubo muchas amigas que se alejaron, por torpeza, por miedo, no lo sè. Muchas llamaron años despùes
para saber còmo estaba, excusàndose con palabras còmo “estabas en un momento tan delicado que preferì
esperar para no incomodarte”. Para mì no es asì. Si eran mis amigas de verdad, debieron venir, llorar
conmigo o soportar que no les hablara, pero no se deja a alguien solo en su peor momento.
En fin…, volviendo al tema, una noche de la nostalgia fui con mi hermana Rosana y su marido a un baile en
San Antonio.
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