Revista versión 2 Revista Prensa -Versión 2 | Page 32

-¿Còmo reaccionò usted ante esa actitud? -Al principio con incredulidad. Era inadmisible que la persona que estuvo conmigo por​ ​ màs de diez años y que jurò ante Dios amarme en la salud y en la enfermedad me dejara,​ ​ y que no se atreviera a decìrmelo en la cara. De haber sido al revès, juro que yo no le​ ​ habrìa hecho eso. Abandonè el reposo, me levantè, descarguè mi ira en brazos de mi​ ​ madre y lo llamè por dìas. Ni èl, ni su madre, ni sus hermanos me atendìan el telèfono. Una semana màs tarde, ante mi insistencia, respondiò. Me dijo que me dejaba, que lo​ ​ perdonara, que èl merecìa otra vida. ¡Còmo si fuera mi culpa perder la visiòn! Lo insultè​ ​ en esa conversaciòn y le dejè una catarata de insultos en su buzòn. Despuès de​ ​ escucharlo, me tranquilicè. Necesitaba que me dijera que me estaba abandonando, de la​ ​ forma màs cruel posible, pero que lo dijera. No tuvo ni un vestigio de piedad para terminar​ ​ conmigo una vez finalizada la etapa de reposo, por lo menos. Todo el amor, la confianza y​ ​ la admiraciòn que sentìa se esfumò. Unos meses despuès me enviò los papeles para​ ​ comenzar el divorcio y yo me dediquè a odiarlo por unos cuantos años. Ana (primera a la izquierda), junto a Rosana, su madre Gloria, Mary Isabel y Cecilia. Las 5 mujeres son inseparables y han sido un pilar fundamental para Anita.