Revista versión 2 Revista Prensa -Versión 2 | Page 31

-¿Còmo perdiò la vista? ¿Padecìa problemas oculares? -Siempre tuve miopìa. Todos en mi familia, mis hermanas incluidas, han usado lentes y​ ​ han tenido algùn que otro problema de visiòn, pero nada que revista importancia. Yo tenìa​ ​ lentes de descanso que usaba para ver la televisiòn o estudiar. Muchas veces notaba una​ ​ especie de neblina o “moscas” delante de mis ojos, pero nunca le di demasiada​ ​ importancia. Dentro de todo, yo veìa bien y hacìa controles oftalmològicos cada tanto. De​ ​ repente esas molestias se acentuaron y comencè a sentir mucho dolor, punzadas agudas​ ​ y jaqueca. El oftalmòlogo detectò un desprendimiento de retina en mi ojo derecho y me​ ​ realizaron una cirugìa para intentar “prenderla” nuevamente. En ese proceso, debì​ ​ permanecer en absoluto reposo durante 40 dìas. Mi marido en aquel entonces me​ ​ trasladò a casa de mis padres, para que estuviera acompañada todo el dìa. Tenìa que​ ​ estar acostada boca abajo siempre, comer y beber en esa posiciòn y levantarme para lo màs elemental como ir al baño. Mi madre me higienizaba en esa posiciòn tambièn. Hicimos todo a rajatabla con la esperanza de que la retina volverìa a su lugar. Pero no fue​ ​ tan sencillo. En medio del reposo sentì nuevamente sìntomas de dolor intenso en la vista​ ​ que no tenìan que ver con la operaciòn. Se me habìa desprendido la retina del ojo​ ​ izquierdo. En ese momento me sometieron a una nueva cirugìa, con la indicaciòn de​ ​ retomar el reposo. Sin embargo los mèdicos ya me habìan presentado un panorama​ ​ bastante pesimista y las posibilidades de que volviera a ver eran casi nulas. -¿Fue en ese momento que decidiò separarse de su marido? -No. Yo no decidì nada. Me encontraba sumida en la angustia, con dolor y acostada boca​ ​ abajo en la casa de mis padres cuando me enterè que mi marido me dejaba de la manera​ ​ màs cobarde. Mi padre habìa ido a mi casa a buscar màs ropa y otras cosas que​ ​ necesitaba y se encontrò con Gerardo llevàndose algunos de sus muebles, para lo cual​ ​ habìa pedido la camioneta a su hermano. Mi padre no daba crèdito a lo que veìa y le exigiò explicaciones. Èl llorò y le pidiò perdòn, le dijo que estaba superado por la​ ​ situaciòn, que no podìa lidiar con una mujer ciega y que era mejor dejarme en aquel​ ​ momento. Sè que aquella escena terminò a los golpes y nunca màs lo vi. No sòlo porque​ ​ no podìa verlo, sinò porque jamàs se acercò a mì. Eso fue lo que màs me doliò. “​ La vida me enseñò que no tengo control sobre nada. En cuestiòn de dìas y de la nada, me quedè viviendo en la oscuridad”. 30