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La cárcel de Punta de Rieles es un nítido ejemplo de las ventajas de un trato positivo combinado con educación. Punta de Rieles tiene 22 emprendimientos, en los cuales​ ​ participan el 85% de los internos. Según datos del Ministerio del Interior de noviembre de​ ​ 2013, la reincidencia promedio en el sistema penitenciario es del entorno del 50%. Sin​ ​ embargo, en Punta de Rieles solo vuelve a delinquir el 2%. Es así que Punta de Rieles es considerado un centro de rehabilitación modelo para el​ ​ país, basado en un proyecto que combina la enseñanza, el trabajo y la recreación en​ ​ procura de brindarle a sus internos mayores oportunidades en la reinserción social La cárcel da albergue a 595 presos, quienes circulan libremente y sin custodia dentro del​ ​ perímetro del establecimiento, que cuenta con un gimnasio, una cancha de fútbol, una​ ​ biblioteca, una policlínica y una sala de informática. “​ Es un sistema ideal para algunos presos, con buena conducta y voluntad de mejorar.​ ​ Tengo colegas que trabajan allí y cuando compartimos las experiencias que vemos son​ ​ totalmente distintas. Es imposible pensar en algo así en el Comcar. Por eso reitero que es​ ​ algo para quienes lo saben aprovechar”, opina el funcionario García. Mario fue condenado en febrero del 2000 por primera vez, y permaneció durante cinco​ ​ años en el Penal de Libertad. Desde esa vez, reincidió en el crimen tres veces más. “Yo​ ​ era un chico joven que sabía poco del mundo y tuve una infancia muy difícil. Las malas​ ​ compañías y las drogas me llevaron por el camino del delito. Son momentos en los que​ ​ uno no recapacita y tampoco hay algo para perder. En la prisión viví en una situación​ ​ infrahumana, muy cruenta y salí de ahí mucho más agresivo y experto en las​ ​ infracciones”, recuerda. “​ Cuando quedé en libertad tras la pena por la primera rapiña que cometí, mi familia no me​ ​ dio alojo al retornar a mi casa y tuve que huir del vecindario debido a las amenazas que​ ​ recibía y el temor de los vecinos. Las veces que intenté buscar trabajo, fui rechazado por​ ​ mis antecedentes. Subsistí con algunas “changas”, hasta que retomé los delitos”, relata.​ “​ Siempre me tenía que esconder y evitar hablar de mi pasado para no generar prejuicios.​ ​ No podía ser yo. Además no tenía capacitación para hacer nada. Sentía que lo mío era​ ​ ser criminal y estar con gente que no me apuntara con el dedo. No importa cuanto tiempo haya pasado en prisión y cumplido con la pena, cada vez que conocía a alguien y le​ ​ contaba sobre mí veía el rechazo en sus caras. Los delincuentes no encajamos en otro​ ​ entorno. Parece que estamos hechos para la prisión”, lamenta.