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Para Gonzalo, la vivencia fue diferente. Ingresó a los 19 años a la cárcel de Punta de Rieles y allí estudió
herrería. Debido a su buena conducta, obtuvo una reducción de la pena y se le otorgó la habilitación para
salidas laborales. “La plata que percibía me ayudó a mí a sentirme digno y útil y a ayudar a mi madre.
Cuando fui liberado, continué trabajando para la empresa que me dio la oportunidad y voy a estar
eternamente agradecido. Cambié de vida y demostré que es posible reinsertarse en la sociedad. Todo
depende de la voluntad y del apoyo familiar. Yo tuve el respaldo de los míos siempre. Eso marca la
diferencia”, relata con emoción.
Gonzalo, junto a un grupo de ex reclusos de Punta de Rieles están realizando un proyecto que van a
presentar a la Dirección Nacional de Apoyo al Liberado y que plantea la necesidad de contar con un
porcentaje de cupos para ex presidiarios en las empresas. “ Es un trabajo que venimos haciendo con
funcionarios de Dinali que nos han impulsado para gestarlo. Somos personas marginadas, con escasas
oportunidades laborales y queremos que esto cambie. Así como sucede con las personas trangénero que
son discriminadas por sus elecciones, a nosotros nos hacen a un lado por nuestros antecedentes y así no es
posible tener una vida digna fuera de la prisión. Queremos que los ex presidiarios con empleo no seamos
solo unos pocos, y que muchos compañeros tengan acceso al trabajo. Para eso necesitamos mayor
compromiso social”, amplía.