El maravilloso valor del silencio
P. Alejandro Cortés González-Báez
con las “comodidades” propias de una ciudad.
Probablemente, parte del miedo al silencio sea
cómplice del temor a escuchar nuestra propia
conciencia.
D
entro de la enorme cantidad de actividades, que
podemos realizar a lo largo de nuestra vida, está
la de viajar. No cabe duda que, hacerlo ahora, puede
ser infinitamente más confortable que hace apenas
cien años.
Viajes en aviones, autobuses, barcos, trenes, viajes
cortos y largos. Oportunidad para conocer nuevas
personas. Hay quienes prefieren descansar en esos
traslados, para reponer fuerzas, para meditar, para
poder absorber, quizás, los golpes recién recibidos.
Pero, otros, no pierden ni un minuto la oportunidad
de hablar sin parar, sin permitir que su acompañante
tenga oportunidad de leer o dormitar durante el viaje.
Hablar puede resultar una auténtica necesidad
pero, también, puede llegar a convertirse en una
manifestación de imprudencia y, así como hemos de
discernir los signos de los tiempos, hemos de aprender
a descifrar las necesidades ajenas. Es aquí donde
encaja, de forma maravillosa, la intuición. Saber callar
puede ser tan importante como saber hablar.
Mucha gente es incapaz de vivir sin ruido pues, lo
primero que hacen al subir a sus autos, como al llegar
a sus casas, es encender el radio o la televisión. El
ruido es parte de lo que hemos de pagar, por vivir
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El silencio nos ayuda a abrir un horizonte a nuestra
vida interior. Una veta que no hemos descubierto
aún o que hemos perdido. La cultura postmoderna
ha llevado, a gran parte de la humanidad, a perder
de vista el sentido trascendental de nuestras vidas,
reduciéndolas a un simple “pasar disfrutando”, en
búsqueda de una felicidad que tiene mucho que
ver con ese ruido, que no nos permite escuchar, ni
escucharnos.
La tecnología hace ruido, distrae y aturde, por lo
que nos conviene guardar un poco de silencio. Qué
importante es poder distinguir lo verdaderamente
valioso de lo que no lo es y estar, entonces, en
condiciones para dedicar nuestros esfuerzos a
aquellas realidades por las que vale la pena vivir.