Desde un corazón joven
Duc in altum
Martinique Acha
alma; allí, donde Él es nuestra ancla, nuestra roca,
nuestra paz. Y nos llama no sólo a encontrarlo,
sino a permanecer allí con Él, en medio de todas
las experiencias y los acontecimientos de nuestra
vida cotidiana. Porque el amor de Dios, es verdad,
permea, supera, invade, traspasa y está muy por
encima de todas esas experiencias.
C
uando el mar se agita y las olas revientan en la
superficie, todo es ruido y movimiento. Pero, aun
en medio de tormentas, el fondo del mar permanece
quieto. Es, en el fondo, en donde se encuentra la calma
misteriosa del océano, esa que no se mueve, a pesar de
lo que ocurra en la superficie. En días soleados y en
huracanes, sin importar lo que el tiempo ofrezca, en
lo profundo, el mar se aquieta y conserva su belleza…
Me parece que la vida interior es, también, como el
océano y son los grandes santos los que aprenden a
vivir en lo profundo. “Duc in altum” rezan las puertas
de la iglesia de Magdala, en Galilea. Duc in altum: rema
mar adentro. Son, también, las palabras con las que
Jesús animó a los primeros discípulos a echar las redes,
después de una noche cansada, para lo que sería una
pesca milagrosa. Y son las palabras con que nos llama,
a cada uno, a soltarnos del mundo para encontrarnos
con Él.
Mientras permanezcamos en la superficie, seremos
vulnerables a las olas y al viento que agitan,
constantemente, los acontecimientos de nuestra vida.
Pero el Señor nos llama a encontrarlo en lo profundo del
“Hijitos, están demasiado apegados a la Tierra y
a las cosas terrenales; por eso, Satanás los agita,
como el viento lo hace con las olas del mar. Por
lo tanto, que la cadena de su vida sea la oración
con el corazón y la adoración a mi Hijo, Jesús.
Entreguen, a Él, su futuro para que, en Él, sean
alegría y ejemplo para los demás con sus vidas.
Gracias por haber respondido a mi llamado”.
(Medjugorje, Mensaje del 25 de agosto de 2016)
María, tú eres Reina y Madre de oración. Enséñanos
a encontrar a Tu Hijo, en lo profundo de nuestras
almas, y ayúdanos a remar mar adentro… mar
adentro, hacia el corazón de nuestro Dios.
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