La fuerza de la religión en el mundo
Ana Paola Noble Carmona
Viajamos, durante un día, para llegar al campo.
Todos apartamos una sección de pasto, para tener
un lugar donde dormir. Jóvenes de china, Panamá,
Taiwán, del MAGIS, estaban a nuestro alrededor.
L
legó el gran momento, después de mucho tiempo
de espera. Varios jóvenes viajamos a Europa,
para representar a nuestro país, al participar en un
taller ignaciano, de una semana “MAGIS”, donde nos
preparamos para asistir a la Jornada Mundial de la
Juventud.
Desde nuestra llegada a Polonia, todo fue muy
emocionante. Conocimos a universitarios, de todas
partes del mundo, con las mismas aspiraciones, valores
y religión. Entre ellos, cinco jóvenes que aspiran a ser
jesuitas.
Después de vivir el taller de danza, nos fuimos a la
Jornada, a encontrar aquello que deseaban nuestros
corazones. Hubo días en que sentíamos el cansancio
de tanto caminar, de la lluvia. Pero, todo desaparecía
cuando nos dábamos cuenta de la cantidad de gente
que estabamos ahí reunida para presenciar el amor de
Jesús a través del Papa.
Era increíble el gran número de actividades que
teníamos: la bienvenida del Papa, el Viacrusis, la ruta
de Santa Faustina, la Hora Santa, la celebración de
la última misa, en el inmenso campo de Brzegi, a las
afueras de Cracovia.
12
Aquella noche, después del Viacrusis, no alcanzamos
comida. Unas chinas y nuestros amigos de Taiwán
nos compartieron sus alimentos. Un jesuita, de
origen chino, se acercó a platicar. Le pedimos
agradeciera a las personas que nos habían dado de
cenar. Nos explicó que, una de ellas, era religiosa.
Iba vestida con una playera y panas, pues en China
es ilegal profesar esa vocación. Él, también, nos
explicó que, justo por eso, él se había ido a Taiwán
para poder ser jesuita. Cuando visita a sus padres,
celebra la eucaristía en la sala de su casa, para no
tener problemas con el gobierno. Nos quedamos
sin palabras…
Comenzaba la Hora Santa, todos en oración. La
religiosa China soltó en llanto, veíamos en su rostro
el sufrimiento que la invadía. Podíamos imaginar, al
verla, lo que ha de ser su vida día a día y, a pesar de
eso, es fiel seguidora de Jesús.
Quedamos asombrados de la fuerza de la religión,
de la manera como se vive en diferentes lugares
en el mundo. Por esto, los invito a reflexionar lo
sencillo que es para nosotros ir a misa, cualquier
día, a cualquier hora o lugar; mientras que, en otros
países, las personas deben de esconderse para
poder vivir y seguir a Jesús.